(Párrafo del capítulo XIX)
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Babbitt volvió andando por las frías calles de febrero. Los camiones esparcían salpicaduras de fango y el cielo estaba oscuro sobre las oscuras cornisas de ladrillo. Entró en su oficina muy abatido. Él, que tanto la respetaba, había faltado a la ley ocultando el Crimen Federal de interceptar el correo. Pero no podía ver a Graff en la cárcel y a su mujer sufriendo. Sin embargo, tenía que despedir a Graff, y ésta era una parte de la rutina oficinesca que le causaba terror. Quería tanto a todo el mundo, y deseaba tanto que le quisieran a él, que no tenía fuerzas para ofender a nadie.
Sinclair Lewis (Estados Unidos, 1885-1951). Obtuvo el premio Nobel en 1930.
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