"...el silencio muerto; el sonido aún no había despertado. ¡La vida crujía como el hielo! "
(Fragmento del capítulo Tom, el censor)
(Fragmento del capítulo Tom, el censor)
Las calles de febrero, barridas por el viento de noche, se llenan de extraños charcos casi intermitentes; las paredes..., arruinadas bajo el brillo de la nieve que chapotea bajo los faroles como aceite dorado de una divina máquina en una hora de estrellas y deshielo.
Extraños charcos, llenos de ojos de muchos hombres, saturados de una vida en un momento de calma... Oh, yo era joven, porque podía volver a ti, más finita y más bella, para gustar los sueños apenas recordados, dulces y nuevos en tu boca:
Hubo un murmullo en el aire de la medianoche: el silencio muerto; el sonido aún no había despertado. ¡La vida crujía como el hielo! Una nota brillante, y aparecías tú, radiante y pálida..., e irrumpía la primavera... (Los pequeños carámbanos, en los aleros; y la vacilante ciudad se desvanecía.)
Nuestros pensamientos eran una helada niebla a lo largo de las cornisas; nuestros espectros se besaron allá en lo alto, entre un laberinto de cables; el eco de una risa apagada que sólo deja el vano suspiro de un deseo juvenil; a las cosas que ella amaba siguió una gran pena que sólo dejó su cascara.
Francis Scott Fitzgerald (Estados Unidos, 1896-1940).
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