Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

sábado, 27 de julio de 2024

Mirándolas dormir: LA CASA NEGRA, de Patricia Highsmith

"- No se mueve. ¡Si estuviera muerta, tendría los ojos abiertos! 
- ¡Lleva un traje de baño azul! -informó Chuck."

El sueño del Emma C
 
(Fragmentos)

Cuando Sam miró de nuevo, la gaviota blanca le pareció redonda, como una pelota de playa. No era una gaviota. Sam tenía buena vista y se concentró en aquel punto. ¡Era un nadador! ¡Y mar adentro, al menos a tres kilómetros de la costa! ¿Estaba muerto? ¿Flotaba y nada más?

- ¡Eh! -gritó Sam, mientras giraba el timón para que el Emma C se dirigiera hacia el punto blanco-.  ¡Eh, Louie! ¡Johnny!

Resonaron unos pasos pesados en cubierta y, a continuación, Chuck apareció por la puerta de babor del puente de mando.

- ¿Qué pasa?

- Hay alguien flotando allí. ¡Mira!

En segundos, todos estaban mirando. Bif tomó los prismáticos del pequeño armario que estaba detrás del timón. Declaró que se trataba de una muchacha.

- ¿Una muchacha?

Los prismáticos pasaron de mano en mano.

- ¡Le veo los ojos!

- No se mueve. ¡Si estuviera muerta, tendría los ojos abiertos!

- ¡Lleva un traje de baño azul! -informó Chuck.

Sam echó una mirada rápida, sosteniendo los prismáticos con una sola mano.

- Es una nadadora exhausta. ¡Preparen una manta!

(...)

A tientas, mojado hasta los muslos, Louie atrapó el brazo derecho de la muchacha por el codo. La oyeron gemir un poco. No cabía duda de que estaba viva, pero tan cansada que la cabeza se le fue hacia delante cuando Louie la levantó por los dos brazos. Johnny tiró de Louise. Varias manos bien dispuestas tomaron a su vez las de la muchacha, luego la cintura y los pies, y cuatro pares de manos la depositaron con cuidado sobre la áspera manta verde oliva que había sido desplegada sobre la cubierta.

Estaba pálida, apenas rosada en los hombros y los brazos; no era muy alta; y tenía los senos bien desarrollados y una cintura pequeña con caderas redondas como las de una sirena. Pero no se trataba de una sirena. Tenía sus piececitos agraciados lo mismo que las piernas y todo el resto.
(...)

- Mi litera -dijo Chuck-, la mía tiene sábanas limpias desde esta mañana.

Todos ofrecieron sus literas -solo había cuatro bajo la cubierta principal -pero se eligió la de Chuck por la sábana.

Chuck sonrió como si hubiera ganado una novia y siguió a Louie y Sam mientras llevaban a la muchacha hacia el camarote. Chuck miraba por encima del hombro como diciéndoles a los otros tres hombres, incluido el capitán, «no se vayan a acercar».

El camarote de techo bajo tenía una litera a cada lado. Los miembros de la tripulación a veces se turnaban para dormir un rato, pero casi nunca pasaban allí una noche entera. Cada tanto un hombre se daba el gusto de poner una sábana entre las mantas, y en ese momento quiso la casualidad que Chuck lo hubiera hecho, cosa que consideraba buena suerte. Con cuidado tapó los pies de la muchacha y se aseguró de cubrirle los hombros, porque tenía la piel fría.

- Como la bella durmiente -dijo Chuck en voz baja-. ¿No?

- ¿No deberíamos quitarle el traje de baño mojado, Chuck? -preguntó Sam. Chuck frunció el ceño, pensativo.

- Mmm…, sí, pero dejémoselo a ella, hasta dentro de un rato. ¿No crees?… ¿Va entrando en calor, señorita?

Los ojos de la muchacha estaban de nuevo abiertos. Separó apenas los labios pero no dijo nada. Sam salió y volvió con una botella de vino tapada y envuelta en una manta.

- Agua caliente de la cocina -le dijo a Chuck y puso la botella con cuidado a los pies de la muchacha, entre la sábana y la manta.

(...)

- Dejémosla tranquila un rato -dijo Chuck. Sam estaba cerca, y Chuck le dio un codazo tan fuerte en las costillas que lo hizo entrecerrar los ojos-. Nada de hacerse el listo, muchacho. Déjale en paz.

Sam fulminó al hombre mayor con la mirada.

- ¿Hacerme el listo, yo?

El Emma C avanzó hacia el norte por la Bahía de Massachusetts, pero con mayor lentitud que antes, en una especie de ensoñación, como si la presencia de la muchacha hubiera hechizado no solo a los seis hombres sino además al motor.

(...)

¿De dónde era la muchacha? ¿Cómo se llamaba? ¡Por cierto que era hermosa! ¡Era fantástico sacar algo así del agua! Era como un cuento chino, una leyenda divertida de oír pero que nadie creería.

(...)

Sam había viajado por la costa del Caribe y de Florida, y habían visto medusas fosforescentes por la noche, preciosas marsopas que saltaban en grupo, pero nada tan hermoso como esta muchacha tranquila que el mar les había regalado de la nada. Chuck estaba de pie junto a la escotilla del camarote cuando Bif se acercó con la intención de entrar.

- Se encuentra bien, Bif. Está dormida.

- Bien. Estaba pensando en afeitarme; no haré ruido. Dile a Filip que me traiga una olla de agua caliente, ¿sí, Chuck?

Bif no solía afeitarse a bordo. Chuck entornó un poco la escotilla, vio que la muchacha parecía dormida y se tocó los labios con el índice para indicarle a Bif que no hiciera ruido. Después fue en busca de Filip y lo halló en la cubierta trasera, barriendo pescaditos muertos. Le transmitió la orden de Bif y lo conminó a entrar al camarote en silencio, porque la muchacha dormía.

Patricia Highsmith
(Estadunidense fallecida en Suiza, 1921-1995).

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