Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

miércoles, 24 de julio de 2024

Mirándolas dormir: CRÓNICAS MARCIANAS, de Ray Bradbury

"... disolvió la niebla que había sostenido a Ylla mientras dormía. Ylla había pasado la noche suspendida entre el techo y el piso, flotando suavemente..."

Ylla

(Fragmento)

Ylla tomó aliento, esperó, y dijo:

- ¿Qué?

El grito sobresaltó a los pájaros; la barquilla se sacudió

 - No - dijo Ylla firmemente -. Está decidido. No iré.

El señor K la miró y no hablaron más. Ylla le volvió la espalda.

Los pájaros volaban, como diez mil teas al viento.

Al amanecer, el sol que atravesaba las columnas de cristal disolvió la niebla que había sostenido a Ylla mientras dormía. Ylla había pasado la noche suspendida entre el techo y el piso, flotando suavemente en la blanda alfombra de bruma que brotaba de las paredes cuando ella se abandonaba al sueño. Había dormido toda la noche en ese río callado, como un bote en una corriente silenciosa. Ahora el calor disipaba la niebla, y la bruma descendió hasta depositar a Ylla en la costa del despertar.

Abrió los ojos.

El señor K, de pie, la observaba como si hubiera estado junto a ella, inmóvil, durante horas y horas. Sin saber por qué, Ylla apartó los ojos.

- Has soñado otra vez - dijo el señor K -. Hablabas en voz alta y me desvelaste. Creo realmente que debes ver a un médico.

- No será nada.

- Hablaste mucho mientras dormías.

- ¿Sí? - dijo Ylla, incorporándose.

Una luz gris le bañaba el cuerpo. El frío del amanecer entraba en la habitación.

- ¿Qué soñaste?

Ylla reflexionó unos instantes y luego recordó.

- La nave. Descendía otra vez, se posaba en el suelo y el hombre salía y me hablaba, bromeando, riéndose, y yo estaba contenta.

El señor K, impasible, tocó una columna. Fuentes de vapor y agua caliente brotaron del cristal. El frío desapareció de la habitación.

- Luego - dijo Ylla -, ese hombre de nombre tan raro, Nathaniel York, me dijo que yo era hermosa y... y me besó.

- ¡Ah! - exclamó su marido, dándole la espalda.

- Sólo fue un sueño - dijo Ylla, divertida.

- ¡Guárdate entonces esos estúpidos sueños de mujer!

- No seas niño - replicó Ylla reclinándose en los últimos restos de bruma química. Un momento después se echó a reír.

Ray Bradbury (Estados Unidos, 1920-2012).

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