Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

martes, 23 de julio de 2024

Mirándolas dormir: LA ESPUMA DE LOS DÍAS, de Boris Vian


(
Párrafo inicial del capítulo 53)

Chloé dormía. Durante el día, el nenúfar le prestaba a su piel su bello color crema, pero durante el sueño no valía la pena y volvían las manchas rojas de sus mejillas. Sus ojos eran dos marcas azuladas bajo su frente y de lejos no se sabía si estaban abiertos. Colin estaba sentado en una silla en el comedor y esperaba. En torno de Chloé había muchas flores. Colin podía esperar todavía algunas horas antes de ir a buscar otro trabajo. Quería descansar para causar buena impresión y obtener un empleo verdaderamente remunerador. En la sala era casi de noche. La ventana se había cerrado hasta diez centímetros del alféizar y la luz ya no entraba más que en forma de una estrecha franja. Colin sólo tenía iluminados la frente y los ojos. El resto de su cara vivía en la sombra. Su tocadiscos ya no funcionaba; había que darle cuerda a mano para cada disco y eso le fatigaba. Además, también se desgastaban los discos. Ahora, en algunos apenas se reconocía la melodía. Él creía que si Chloé necesitara algo, el ratón vendría en seguida a avisarle.

Boris Vian (Francia, 1920-1959).

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