"Si se acerca dormida, extensa y prolongada, entre sábanas que su gloria envuelven..."
Puedo mirar
Puedo mirar tus manos preferidas
y el acanto de tus sienes redoradas.
Puedo mirar las aves sepultadas
por las frías guirnaldas otoñales.
Quiero mirar láminas de arena
y sus precisos fuegos rodadores.
Estoy mirando tu pregunta preferida.
Vuelan guirnaldas y más arenas ruedan,
mejor que en esa pregunta diferente
-carroza de mariscos y delfines-
que corría entre consejos de oro,
tibia, vuelta y renacida,
iris tan terco,
que me obligaba a señalar los ríos
en el mapa de tu recuerdo,
frío, desordenado por el viento.
Si se acerca, dormida,
extensa y prolongada,
entre sábanas que su gloria envuelven
y dulces la proclaman,
abstrayéndose en blanco, prolongándose
en celeste llamada a tu blancura.
Si despierto, tropiezo,
en el halo que tu respiración empaña
y en aquella nueva humedad
que pervierte el encantado
tacto y es la caricia al fervor.
Si dormido,
esa reciente concha y medialuna,
flecha de tu pregunta adormilada,
ni divierte ni extiende,
sillar semimoviente y hojas despedidas
hacia el centro de tu ciudad
rendida, golpeada
por tu fuga y mi fuga.
Estoy mirando tu pregunta preferida.
Sonetos a la virgen
I
Deípara, paridora de Dios. Suave
a giba del engañado para ser
tuvo que aislar el trigo del ave, el ave
de la flor, no ser del querer.
El molino, Deípara, sea el que acabe
la malacrianza del ser que es el romper.
Retuércese la sombra, nadie alabe
la fealdad, giba o millón de su poder.
Oye: tú no quieres crear sin ser medida.
Inmóvil, dormida y despertada, oíste
espiga y sistro, el ángel que sonaba,
la nieve en el bosque extendida.
Eternidad en el costado sentiste
pues dormías la estrella que gritaba.
José Lezama Lima
(Cuba, 1910-1976).
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