"... permaneció un instante escuchando la respiración de su mujer. Convencido de que estaba dormida..."
(Fragmento del capítulo II: Fabio Grimaldi o el general de la Rovere)
Entró en el dormitorio sin hacer ruido, y permaneció un instante escuchando la respiración de su mujer. Convencido de que estaba dormida de nuevo, comenzó a hurgar con circunspección primero en la cómoda y luego en los cajones.
- Es inútil que busques -le advirtió una voz-. Los he escondido.
- Gorrioncito, es por un par de días -respondió él acercándose a la cama-. Te juro que los desempeñaré enseguida.
- ¿Como los pendientes?
- Escúchame, Valeria. Quiero ser sincero. Se trata de una cuestión de vida o muerte, no de una deuda de juego. Si durante el día de mañana no entrego cincuenta mil liras a Walter, mandarán a Alemania al hijo de Borghesio.
- ¿Y a mí qué me importa?
- No seas inhumana, gorrioncito. Me bastaría con aquel collarcito…
- Y con aquel espejito y aquella cadenita… No. Si quieres algo, coge, entonces, el anillo que me regalaste el mes pasado: ése con el zafiro oriental. Está ahí, sobre la cómoda.
El hombre titubeaba con aire avergonzado.
- Creíste habérmela dado con queso, ¿eh? ¡Pobre atontado! Todavía ha de nacer quien se la dé con queso a Valeria… No dije nada porque soy una señora.
Indro Montanelli
(Italia, 1909-2001).
(Traducido al español por Domingo Pruna y Leo Caro Calvo).
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