Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Herman Hesse: la vocación de escribir


"Desde que cumplí los trece años estaba claro para mí que quería ser poeta o nada", dice Hermann Hesse en su autobiografía. Sin embargo, el camino para lograrlo resultó más sinuoso de lo que había previsto y por eso, cuando al fin logró convertirse en un escritor publicado y respetado, dijo: "ahora me había convertido en un poeta y, al parecer, había ganado la larga y dura batalla contra el mundo". Así percibía Hesse lo que fue, al principio de su vida, la lucha para mantenerse fiel a su vocación.

Entre los obstáculos que tuvo que enfrentar se encontraba la rigurosa disciplina paterna, puesto que su entorno familiar era profundamente religioso, su padre era misionero pietista y su abuelo materno, Hermann Gundert -de donde proviene su nombre-, dirigía una editorial especializada en textos cristianos, por lo que fue enviado a estudiar al seminario evangélico de Maulbronn. Cuando Hesse adquirió conciencia de que su auténtica aspiración en la vida era escribir, terminó escapando del seminario ante las predecibles objeciones de su familia. La sensación de rechazo, exacerbada por una decepción amorosa, lo llevaron a su primer intento de suicidio, cuando aún era adolescente. Eso provoca que sea internado en una institución siquiátrica y, una vez que lo dan de alta, se traslada a estudiar a Suiza, nación de la que era originaria su madre.

Alejado de las presiones familiares, logra encontrar paulatinamente la serenidad necesaria para escribir y publica sus primeras obras: "Al cabo de un tiempo me di cuenta de que, en lo intelectual, una vida en el mero presente, en lo nuevo y más reciente era insoportable y carecía de sentido, que la relación existente con lo que había sucedido, con la historia, con lo antiguo y con lo ancestral era lo único que permitía una vida intelectual."

Permanece en Suiza, se casa con la fotógrafa María Bernoulli -nueve años mayor que él-, y los encuentra la guerra. Entonces comienza a trabajar como voluntario en un hospital, atendiendo a los heridos, lo que exalta su vocación pacifista y publica un artículo al respecto por el que en Alemania es considerado un traidor a la patria. Padece otro colapso que lo lleva a iniciar un tratamiento con J. B. Lang, discípulo de Carl Gustav Jung, y tras 72 consultas de tres horas, es decir, más de doscientas horas de terapia, establece contacto con el propio Jung en un hotel de Berna, con quien inicia una amistad que perdurará a lo largo de los años. Dicha experiencia sicoanálitica se refleja en su novela Demian, escrita en 1917 y publicada dos años después bajo el seudónimo de Emil Sinclair, su propio protagonista. "Cuando por fin acabó la guerra también para mí, en la primavera de 1919, me retiré a un apartado rincón de Suiza y me convertí en un ermitaño."

Se instala en la pequeña aldea alpina de Montagnola, con vista al lago de Lugano, adquiere la nacionalidad suiza y se casa, primero con Ruth Wenger, y más tarde, en 1931, con la historiadora del arte Ninon Ausländer, su tercera y última esposa, con quien permanecerá hasta su muerte, en 1962. Este poema se llama Para Ninón:

Que conmigo decidas quedarte
siendo ya mi vida oscura,
mientras bailan las estrellas
y todo es brillante,
conociendo el centro
de la rueda de la vida
a ti y a tu amor por mí
en mi ángel te transforma.
En mi oscuridad sospechas
la existencia de una estrella oculta,
con tu amor me recuerdas
la dulce esencia de la vida.

Al caminar frente a su casa, uno podía toparse con el siguiente letrero que traducía al alemán del chino antiguo, las palabras de Mench-Hsi:

Cuando uno ha llegado a viejo
y ha cumplido su misión,
tiene derecho a enfrentarse apaciblemente
con la idea de la muerte.

No necesita de los hombres.
Los conoce y sabe bastante de ellos.
Lo que necesita es paz.

No está bien visitar a este hombre, hablarle,
hacerle sufrir con banalidades.
Es menester pasar de largo
delante de la puerta de su casa,
como si nadie viviera en ella.

Hesse no encontraba -según sus propias palabras-, "ninguna posibilidad de reconcilación entre el mundo tal y como es, o como parece ser, y la voz del propio corazón".

En los próximos días me seguiré ocupando de Hermann Hesse y su obra, un gurú para los adolescentes de mi generación, a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta.
 
Jules Etienne
 
La ilustración corresponde a una fotografía del museo Hermann Hesse,
en la Torre Camuzzi, en Montagnola, Suiza.

3 comentarios:

  1. Excelente texto para un ser de paz como Hess.

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    1. Intente compartirlo, pero; Es una pena que FaceBook lo impida, porque según estos mediocres dicen que el texto es ofensivo.

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  2. Eva Nadia, ante todo, gracias por tu visita a Mitos y reincidencias. En cuanto a lo que me comentas, me has dejado sin habla. He releido el texto detenidamente, y no encuentro algo que pudiera considerar ofensivo. Incluso el comentario anterior es positivo. Qué pena que tu buena intención de compartirlo se haya topado con semejante estulticia. Al no conocer el argumento en que se basan para juzgarlo de esa manera, ni siquiera me dan la oportunidad de modificar algo aunque, insisto, no advierto nada que lo merezca. De nuevo, muchas gracias.

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