Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

lunes, 15 de noviembre de 2010

Un hereje en el Paraíso


Hace unos días, cuando me referí a Cumpleaños, de Carlos Fuentes, mencioné a Siger de Brabante, ese personaje del siglo XIII, profesor de teología en la universidad de París, que proclamaba la eternidad del mundo y la negación de la inmortalidad del alma, por lo que su polémica al respecto con Santo Tomás de Aquino le provocó una confrontación con la iglesia católica que lo llevó a ser condenado como hereje en 1277.

Sin embargo, he encontrado para mi sorpresa, que Dante lo ubica en La Divina Comedia, en la esfera celestial del sol, la morada de los teólogos en el Paraíso, junto a Santo Tomás de Aquino, San Agustín, San Alberto Magno y Pedro Lombardo, entre otros, con lo que no sólo exime de las penas infernales a un hereje, patriarca del averroísmo y muerto en la excomunión, sino que lo encumbra junto a los santos teólogos. Y en el colmo del sarcasmo pone en boca de Santo Tomás, su adversario irreconciliable en el problema de las dos verdades y en el de la unidad del intelecto, un elogio que supondría la rehabilitación de su memoria, cuando dice que Sigiero -su nombre latinizado-, enseñaba sus verdades entre envidias, al final del Canto X, en El paraíso:

El que tengo a la diestra por vecino,
mi hermano fue y maestro; y este, Alberto,
grande en Colonia: yo, Tomás de Aquino.

Si de los otros quieres estar cierto,
que mi palabra siga tu mirada
girando por el cerco de concierto.

Procede entonces, Santo Tomás, a describir a Graziano, a Pedro Lombardo, a San Agustín y otros beatos, hasta que llega el turno de Brabante:

De ése por quien ya tu pregunta aguardo
de un espíritu son las claridades
que con grave pensar morir vio tarde:

de Sigiero es la luz, en las edades
que en la calle de Fuarre, como es fama,
dijo silogismos y entre envidias, sus verdades.

Es difícil comprender lo que motivó a Dante a reivindicar el nombre de Brabante al incluirlo en El paraíso, corriendo el riesgo de ser también condenado por la implacable inquisición.


Jules Etienne

(La traducción al español de La Divina Comedia, es de Bartolomé Mitre).

La ilustración corresponde a un fresco en el Casino Massimo de Roma,
de Philipp Veit (realizado entre 1817 y 1827), en el que aparecen Dante
y Beatriz, con Tomás de Aquino, Alberto Magno, Pedro Lombardo y
Siger de Brabante.

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