"... el aire se había despertado con la aurora ya próxima y tenía el frescor de la mañana. Oyó a los gallos viejos cacareando..."
(Fragmento del capítulo 18)
Joseph dormía con sueño ligero. Cada vez que Elizabeth suspiraba dormida, él abría los ojos de par en par y escuchaba intranquilo.
Una mañana, Joseph se despertó al oír el cacareo de los gallos jóvenes en sus varas. Aún era de noche, pero el aire se había despertado con la aurora ya próxima y tenía el frescor de la mañana. Oyó a los gallos viejos cacareando con notas llenas y redondas como si quisieran reprobar a los más jóvenes sus voces cascadas. Se quedó tumbado con los ojos abiertos y vio entrar los incontables puntos de luz y poner el aire gris oscuro. Poco a poco fueron apareciendo los muebles. Elizabeth respiraba de prisa en su sueño. Joseph se disponía a levantarse silenciosamente de la cama para vestirse e ir a ver a los caballos, cuando de repente Elizabeth se incorporó en la cama. Se le cortó la respiración y sintió un espasmo en las piernas y lanzó un grito de dolor.
- ¿Qué pasa? -gritó Joseph-. ¿Qué pasa, querida?
Al no recibir respuesta, saltó de la cama, encendió la lámpara y se inclinó sobre ella. Los ojos de Elizabeth parecían salírsele de sus cuencas, tenía la boca abierta y temblaba fuertemente.
Volvió a gritar con voz ronca. Joseph se arrodilló para frotarle las manos hasta que, tras un momento, se dejó caer sobre la almohada.
- Me duele la espalda, Joseph -se quejó Elizabeth-. Algo va mal. Me voy a morir.
John Steinbeck
(Estados Unidos, 1902-1968). Obtuvo el premio Nobel en 1962).
(Traducido al español por Montserrat Gutiérrez).
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