"La abrió con indiferencia: era la cruz de la Legión de Honor."
(Fragmento del capítulo VII)
Durante
el camino guardaron silencio. Pero ya en su alcoba, Madeleine dijo, de pronto,
sonriendo y sin siquiera haberse quitado el velo de noche:
-
Tengo que darte una sorpresa, ¿sabes?
-
Tú dirás -gruñó él, malhumorado.
-
Adivínalo.
-
No quiero tomarme ese trabajo.
-
Pues bien, pasado mañana es Año Nuevo.
- Sí, ¿y qué?
-
Día de regalos.
-
Sí.
-
Bueno, pues aquí tienes el mío, que Laroche acaba de entregarme.
Y
le alargó una cajita negra, que parecía un estuche de alhajas. La abrió con
indiferencia: era la cruz de la Legión de Honor.
Se
puso un poco pálido, sonrió y dijo:
-
Hubiera preferido diez millones. Esto no le resulta caro.
Su
mujer esperaba un transporte de júbilo, y aquella frialdad la irritó.
-
Eres verdaderamente incomprensible –dijo–. Nunca estás contento.
El
repuso tranquilamente.
-
Ese hombre no hace más que pagarme una deuda. Y todavía me debe mucho.
Lo
dijo de tal modo que sorprendió a Madeleine, quien respondió:
-
De todos modos, eso está bien a tu edad.
-
Todo es relativo. Más podría tener a estas alturas.
Dejó
el estuche sobre la chimenea y contempló durante algunos segundos la brillante
estrella que en su fondo yacía. Luego lo volvió a cerrar, se encogió de hombros
y se metió en la cama.
El Boletín Oficial del Estado del primero de enero
anunciaba, efectivamente, que don Prósper George Du Roy había sido promovido a
caballero de la Legión de Honor, en pago a sus excepcionales servicios. El
apellido estaba escrito en dos palabras, lo que satisfizo a George más que la
misma condecoración.
Guy de Maupassant (Francia, 1850-1893).
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