A principios del mes de junio, según la mitología eslava, cuando se aproxima el domingo de Pentecostés -este año cayó en mayo-, tiene lugar la llamada semana de la Rusalka: ninfas del agua que podían ser algún fantasma o incluso un demonio que habitaba en el fondo de los ríos. En su origen, la celebración correspondía a la fiesta judía de las siete semanas después de la Pascua y dicha cincuentena luego fue también adoptada por los cristianos. La razón para mezclar una leyenda pagana con la celebración religiosa es debido a la costumbre popular de que en esa fecha las jóvenes salían a bailar, con motivo de la cosecha, lo que también hacen las rusalkas, ya que suelen abandonar las profundidades de las aguas para columpiarse en los árboles durante la noche. A eso se debe que en algunos lugares en los que ese mito está muy arraigado, se le prohiba a la gente nadar en los ríos, por el temor de que pudieran ser arrastrados por alguna rusalka.
Por su propia naturaleza, son de piel muy pálida y su cabello tiene un tinte verdoso, siempre húmedo, ya que se supone que deberían morir en el momento en el que se secara. También se les atribuye gran sabiduría, al grado de poseer toda clase de conocimientos y dominar las ciencias.
Otra creencia era que se trataba del alma de una mujer joven muerta en las proximidades de un río o un lago, que a partir de entonces quedaba embrujado por ella, con lo que éste se convertía en su dominio y podía merodear por la ribera o sentarse en las ramas de los árboles para cantar y peinar su cabellera. Por mucho tiempo también se creyó que eran las ánimas en pena de aquellas mujeres que se habían suicidado tras ser abandonadas por el ser amado.
Es probable que a eso se debiera que una rusalka no se conformara con seducir a los hombres con su canto -lo mismo que las sirenas-, sino que después los ahogaba. La víctima podía morir en sus brazos aunque también en el momento de escuchar su risa. Cuando llegaba a enamorarse de un mortal, la condición para que pudiera permanecer entre humanos, era la fidelidad. Si el hombre no perseveraba en esa obligación, entonces ella regresaba a la profundidad de las aguas y podía matar al infiel con sólo abrazarlo.
En la clásica recopilación fantástica de Las mil y una noches, que ubica su origen en La India, Egipto y Persia, la historia que durante la quinta noche narra Sherezada -su nombre original debió ser Xeheryada, la hija del guacir de un rey de La India-, corresponde a El príncipe y la rusalka. Señala Luis Estepa Pinilla en su análisis sobre la obra: "Tampoco hemos de olvidar reelaboraciones modernas de gran éxito, como fue El Nombre de la Rosa, de Umberto Eco, a partir del cuento El ministro del rey Yunán y el sabio Ruyán, que, a su vez, comprende dos relatos consecutivos: El Halcón del rey Sindibad y El príncipe y la rusalca". En algunas versiones se le ha traducido como El príncipe y la vampiro, que también es una postura aceptable, pero concedo la credibilidad que merecen los ensayos del autor citado, con el propósito de incluir el relato en esta serie de textos alusivos al tema.
Tanto el poema Rusalka, de Pushkin, como el cuento Noche de mayo, también conocido como La ahogada, de Nikolái Gógol, fueron la fuente original en que abrevaron las óperas de Darghomyzhski y de Rimsky-Kórsakov, respectivamente. Más tarde, Antonin Dvórak compuso otra ópera con el título de Rusalka, misma que por coincidencia, recién se acaba de presentar durante el mes de abril y a principios de mayo, en el Palacio de Bellas Artes en la ciudad de México, tras una exitosa temporada en el legendario teatro Colón en Argentina.
Jules Etienne
La ilustración corresponde a Las ninfas (1878), de William Adolphe Bouguereau.
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