entre nieblas
que se exhalan del agua,
y atrapan
fuegos fatuos en las ciénagas
y en los
pantanos. Y sobre los mimbres
danzan en
corro, y el viento murmura
por los
prados. Un aroma de flores.
Vuelan desde
los campos las rusalki
en la noche de
luna, silenciosa,
y con rocío
platean los prados,
y con rocío
doran todo el bosque.
Vuelan desde
los campos las rusalki,
en la penumbra
de nieblas perladas,
y un niño mira
hacia ellas, abriendo
sus grandes
ojos. Asombrado, mira
su danza en
círculo, en silencio. El viento
murmura en el
prado. Aroma de flores.
Vuelan desde
los campos las rusalki
en la noche de
luna, silenciosa,
y con rocío
platean los prados,
y doran el
espíritu del niño.
Vuelan desde
los campos las rusalki,
entrelazan guirnaldas
en su vuelo,
y un niño
alado hacia ellas extiende
sus manos,
hacia arriba, hacia lo alto.
Lanza su alma
hacia ellas, alada,
impetuosa, y
ellas resplandecen
y se pierden
en la perlada niebla.
Vuelan desde
los campos las rusalki.
Suspendidas en
el aire aproximan
su cabeza, su
blancura, hacia el niño,
y vuelan hacia
la perlada niebla.
Vuelan desde
los campos las rusalki,
entre nieblas
que se exhalan del agua
y atrapan
fuegos fatuos en las ciénagas
y en los
pantanos. Mas han visto un alma,
quieta, sin
alas (que, rotas, con sangre,
cayeron, ya
convertidas en polvo).
Vuelan desde
los campos las rusalki
hacia olas de
destellos de luna;
han visto
alas, cubiertas de sangre,
y vuelan,
mientras bailan, a lo lejos.
Kazimierz Przerwa-Tetmajer (Polonia, 1865-1940).
* El traductor de este poema, Francisco Molina Moreno, optó por respetar la forma original del plural de rusalka, que es rusalki, en lugar de catellanizarlo, que sería "las rusalkas".
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