¡Oh, Rusalka! Por tu sombra
sepulcral, haz asomar
tu cabeza, y, afinados
a la espiral claridad
del relámpago fulgente,
trae los gusli de Boyán,
que la llama del amor
yo la haré centellear,
y haré que se conmuevan
y se aflijan todos juntos
mis cófrades, los eslavos.
Enemigo de ultratumba,
el polvo que nos rocía
y que ultraja nuestra fe;
y quién sabe de qué modo
nuestra alma se sorprende:
he aquí que nuestro hermano
desconfía, se reserva
y, en su orgullo irreflexivo,
o no quiere o no sabe
sembrar la flor de una idea.
Jan Kasprowicz (Polonia, 1860-1926).
(Traducido del polaco por Francisco Molina Moreno).
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