Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

martes, 5 de junio de 2018

Rusalka: LA GAVIOTA, de Antón Chéjov


(Fragmento del acto IV)

Trepliov: Tuvo un niño. El niño murió. Trigorin dejó de quererla y volvió a sus antiguos afectos, como era de esperar. De todos modos, nunca había roto sus viejas relaciones en un lado y en otro. Por lo que he podido comprender de lo que se me ha dicho, la vida privada de Nina ha sido un fracaso total.
 
Dorn: ¿Y en la escena?
 
Trepliov: Según parece, aún ha sido peor. Debutó en un punto de veraneo cerca de Moscú, luego se fue a provincias. En aquel entonces yo no la perdía de vista y durante cierto tiempo la seguí adonde fuera. Representaba siempre papeles importantes, pero lo hacía sin gracia, sin gusto, forzando la voz y gesticulando de manera brusca. Había momentos en que sabía emitir un grito con arte, pero se trataba sólo de momentos.
 
Dorn: ¿Así pues, talento artístico no le falta?
 
Trepliov: Era difícil de comprender. Probablemente lo tiene. Yo la veía, pero ella no quería verme; en el hotel daba orden de que no se me dejara pasar a visitarla. Yo comprendía su estado de ánimo y no insistía en obtener la entrevista. (Pausa.) ¿Qué más podría decirle? Después, cuando volví a casa, recibí de ella unas cartas. Eran cartas inteligentes, afectuosas, interesantes; no se quejaba, pero yo me daba cuenta de que era profundamente desdichada; no había línea que no respondiera a un nervio tenso, enfermo. También tenía la imaginación un poco perturbada. Se firmaba Gaviota. En Rusalka, de Pushkin, el molinero dice que es un cuervo. Así ella, en sus cartas, repetía siempre que es una gaviota. Ahora está aquí.

 
Antón Chéjov: Anton Pavlovich Chekhov
(Ruso fallecido en Alemania, 1860-1904).

La ilustración corresponde al cuarto y último acto de la puesta en escena de La gaviota
que se presentó en el festival de teatro de Chichester, dirigida por Jonathan Kent en 2015.

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