"... mujeres jóvenes y atractivas, bellezas etéreas de rostro pálido y delicado y piel translúcida..."
(Fragmento del capítulo Rusalka)
En el siglo XIX, los eruditos ya habían establecido que las rusalki eran esencialmente criaturas fantasmales, espíritus de los muertos, más que divinidades de las aguas. Sin embargo, la naturaleza de estas almas de los muertos fue motivo de debate durante mucho tiempo. Muchos etnógrafos del siglo XIX y de principios del XX eran de la opinión de que en los tiempos precristianos cualquier persona muerta podía llegar a convertirse en una rusalka. D. K. Zelenin finalmente estableció que, tal como indicaban claramente las pruebas procedentes de las fuentes populares, las rusalki debían considerarse únicamente como muertos impuros y, específicamente, como espectros de las mujeres ahogadas.
Muchas de las creencias y anécdotas relativas a la rusalka aluden a una muerte accidental o violenta, ya fuera suicidio o asesinato, y pueden tener una naturaleza sentimental. La infortunada fantasma a la que se le han negado los ritos funerarios adecuados, permanece en el lugar de su muerte, gimiendo lastimeramente y aterrorizando a quienes pasan cerca de allí, o vuelve para perseguir al amante que perdió o que la engañó.
Las descripciones de las rusalki procedentes de toda Rusia las presentan como mujeres jóvenes y atractivas, bellezas etéreas de rostro pálido y delicado y piel translúcida, que denotan tanto su naturaleza fantasmal como su larga residencia en las profundidades de las aguas del río o lago, lejos de la luz del sol. Con frecuencia las rusalki tenían el cabello verde, como las algas y las hierbas de las orillas del río donde retozaban en las noches de luna. También era corriente el cabello rubio pálido e incluso negro. Algo muy significativo, la rusalka llevaba el cabello descubierto y sin trenzar, una situación que los rusos asociaban con lo sobrenatural -las brujas tampoco se cubrían el cabello- o con la liminaridad, porque se destrenzaba el cabello de la novia la víspera de su matrimonio al igual que el de una mujer muerta en su ataúd. Las rusalki también podían convertirse en aves acuáticas y a veces taenían los pies palmeados. Hay poca información sobre la forma de vestir de las rusalki. La mayoría iban desnudas y descalzas, o llevaban únicamente una sencilla túnica blanca sin cinturón, un detalle que, al igual que el pelo suelto, apoya el concepto de las rusalki como seres impuros. Para el campesinado ruso, ir sin cinturón constituía una violación de la conducta civilizada cristiana.
Mientras que el domovoi, el leshii y el vodyanoi eran seres esencialmente masculinos, que ocasionalmente adoptaban formas femeninas o tenían «esposas», las rusalki se imaginaban, incuestionablemente, como criaturas femeninas. Sus ocupaciones e intereses eran similares a los de las jóvenes campesinas. Disfrutaban dando pasos de baile, cantando, riéndose, haciendo ruido y parloteando. Construían columpios atando las ramas de los árboles que colgaban sobre el agua. Lavaban su ropa a la orilla del río e incluso intentaban hilar para hacer prendas con las cuales cubrir su desnudez.
Elizabeth Ann Warner (Inglaterra, 1940).
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