Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

miércoles, 9 de mayo de 2018

Mayo: MAL DE AMORES, de August Strindberg


Una mañana de mayo, temprano, estaba yo junto a mi ventana, entristecido,
Viendo los pequeños copos de nieve que caían muy tupidos sobre las flores,
Los cerezos silvestres sacudían al viento, apenados, sus guedejas emblanquecidas,
la fría vaharada le cerraba al tulipán su corola.
Invadió entonces el otoño mi corazón y levanté al cielo mi suspiro:
«Señor, envíanos tu primavera, vuelve a mostrarnos tu rostro!».

Entonces, entre las nubes dispersas, surge vivamente una alondra,
Alza su canto resonante, cantando del sol y de la primavera.
así, de pronto, cobran vida el jardín, el parque, el monte,
en mi corazón despiertan de nuevo el júbilo primaveral y la esperanza.
súbita alondra eras tú mi muchacha embrujadora,
quien me trajo la primavera, ¡ay!, la primavera del amor fue.

Del sur volviste al amoroso círculo fraterno;
Goce les llevaste: sólo a mí diste dolor.
Dime: ¿acaso tomaste del estrecho el azul profundo de tus ojos?,
Dime: ¿aprendiste acaso tu canto del ruiseñor en la nocturna paz del hayedo?
Cruel, un fuego encendiste en mi corazón, justo donde antes moraba la calma;
Apágalo!, ¡oh, apágalo sin tardanza, antes de que yo arda entero!


August Strindberg (Suecia, 1849-1912).

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