Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

jueves, 3 de mayo de 2018

Mayo: DOCTOR ZHIVAGO, de Boris Pasternak

"... primaveral, de un color blanquinegro aéreo y ligero, como un ventarrón de tempestad de nieve en mayo..."

Séptima parte: El viaje
 
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Hacia la mañana, Yuri Andriéevich se despertó otra vez. Todavía soñaba algo agradable. No había cesado aún aquella sensación de felicidad y liberación. De nuevo estaba parado el tren, acaso en otra estación, o quizá continuaba en la misma. Otra vez rumoreaba una cascada, probablemente la misma de antes, o acaso otra.
 
Volvió a adormecerse casi enseguida y, durmiendo, le pareció oír un gran alboroto y gente que corría. Kostoied la había emprendido con el jefe de tren y los dos gritaban. El paisaje era todavía más hermoso. Alentaba algo nuevo que no existía antes, algo mágico, primaveral, de un color blanquinegro aéreo y ligero, como un ventarrón de tempestad de nieve en mayo, cuando los copos húmedos y sueltos, al caer, no blanquean, sino que hacen más oscura la tierra. Algo diáfano, blanco, negro, perfumado.
 
- «¡Los cerezos silvestres!», pensó Yuri Andriéevich en sueños.
 
 
Boris Pasternak (Rusia, 1890-1960). Obtuvo el premio Nobel en 1958.

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