Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

lunes, 11 de enero de 2016

Unicornios: EN BUSCA DEL UNICORNIO, de Juan Eslava Galán



(Fragmento del capítulo uno)

... se fue a donde estaba la pared del paño y me lo señaló y me dijo: "¿Conoces qué animal es éste?" Y lo que se veía en el bordado era una doncella de luengos cabellos rubios y labios bermejos que estaba ricamente vestida de brocados y sedas muy finos y sentada en medio de un verde prado de pintadas flores. Y a un lado de la doncella había un grande león, no en actitud fiera sino como si le rindiera pleitesía a la niña, y era cosa maravillosa de ver cómo la belleza da mansedumbre a las fieras, y al otro lado de la doncella había un caballo blanco, en todo caballo con las equinas proporciones que a su clase corresponden si no fuera porque, de en medio de la frente, donde Alonsillo tenía un lucero, a éste le salía un larguísimo cuerno, todo derecho como huso e igualmente blanco.
 
Y el animal que el señor secretario me estaba señalando era aquel caballo.
 
Y el secretario volvió a preguntarme: "¿Conoces qué animal es éste?" Y yo, no queriendo parecer rústico, no sabía qué responderle porque en mi vida había visto un caballo tan guarnecido de cuerno, y aunque pensaba que era alguna adivinanza o chascarrillo, le respondí honradamente: "Paréceme, señor, que es un caballo si no fuera por ese como cuerno que tiene en medio de la frente". Y él se me quedó mirando gravemente y movió un poco la cabeza como si pesara las palabras que iba a decirme y luego me dijo: "Caballo es, amigo mío, pero de una clase de caballos como nunca se ha visto por nuestros reinos ni creo que nunca se vea en tierra de cristianos. Su nombre es el unicornio por ese cuerno que le ves en la frente en el que reside su maravillosa virtud. Estos caballos unicornios pacen en los pastizales de África, más allá de la tierra de los moros, donde nunca llegaron cristianos fuera de los mercaderes del Preste Juan si es que tal hubo. El Rey nuestro señor quiere que tú y otros vayáis allá y le traigáis uno de estos cuernos". "Un cuerno", dije yo en mi asombro, y el secretario me preguntó: "¿Es una pregunta o una opinión?" Y yo le contesté: "Es una pregunta". "Bien -dijo él-, pues sí: es un cuerno. El Rey lo necesita para que sus boticarios saquen de él ciertos polvos de virtud que son muy salutíferos y necesarios para el buen servicio del Rey nuestro señor. Pero de esto importa mucho que no sepa nadie ni una palabra ni qué embajada lleváis, sino que iréis bajo capa de otro negocio que se os explicará".
 
Así fue cómo me vi embarcado en la busca del unicornio.
 
 
Alonso Eslava Galán (España, 1948)

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