"... el unicornio será lo bastante amable como para llevarme hacia las costas de Francia."
(Fragmento del capítulo 3 de la primera parte: Como el señor guste)
(Fragmento del capítulo 3 de la primera parte: Como el señor guste)
Tres segundos
antes de la recepción de la carta de J. B. Hobson, estaba yo tan lejos de la
idea de perseguir al unicornio como de la de buscar el paso del Noroeste. Tres
segundos después de haber leído la carta del honorable Secretario de la Marina,
había comprendido ya que mi verdadera vocación, el único fin de mi vida, era
cazar a ese monstruo inquietante y liberar de él al mundo.
Sin embargo,
acababa de regresar de un penoso viaje y me sentía cansado y ávido de reposo. Mi
única aspiración era la de volver a mi país, a mis amigos y a mi pequeño
alojamiento del jardín de Plantas con mis queridas y preciosas colecciones.
Pero nada pudo retenerme. Lo olvidé todo, fatigas, amigos, colecciones y acepté
sin más reflexión la oferta del gobierno americano.
«Además –pensé-, todos los caminos llevan a Europa y el
unicornio será lo bastante amable como para llevarme hacia las costas de
Francia. El digno animal se dejará atrapar en los mares de Europa, en aras de
mi conveniencia personal, y no quiero dejar de llevar por lo menos medio metro
de su alabarda al Museo de Historia Natural.»
Jules Verne (Francia, 1828-1905)
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