(Fragmento de la escena III del tercer acto)
Entran diversas figuras extrañas trayendo un banquete; bailan a su alrededor con gentiles saludos, invitando al rey, etc., a comer, y salen.
Alonso: ¡Cielos, danos ángeles custodios! ¿Qué eran ésos?
Sebastián: ¡Títeres vivientes! Ahora creeré que existe el unicornio, que en Arabia hay un árbol, el trono del fénix, y que en él en este instante reina un fénix.
Antonio: Yo me creeré ambas cosas. Y si a lo demás no dan crédito, que vengan y les juraré que es verdad. Los viajeros nunca engañan, aunque los tontos los condenen.
William Shakespeare (Inglaterra, 1564-1616)
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