Era un animal
parecido a un ternero, de color plomizo brillante, con un cuerno en la frente.
Este cuerno estaba seguramente vinculado a las creencias europeas en el
unicornio. Para que naciera un Camahueto, era necesario enterrar un pedazo de
su cuerno. A medida que éste crecía, empezaba a brotar una pequeña vertiente de
agua, que luego se transformaba en arroyo. Ciertas versiones indican que
durante su etapa de crecimiento, el Camahueto permanecía enterrado. Otros
aseguran que en ese período vivía en ríos y lagunas fangosas. Al alcanzar su madurez
-a los veinticinco años aproximadamente-, emergía violentamente de su refugio y
emprendía viaje hacia el mar, destruyendo bosques, sembradíos, cercas y todo
lo que encontraba a su paso, dejando profundos surcos en la tierra. Una vez en
el mar, embestía y hundía las embarcaciones y acababa con los peces.
Para evitar estas
destrucciones, debía ser capturado antes de que llegara al mar. Sólo los brujos
y machi podían hacerlo, pues eran los únicos que podían verlo. En noches de
plenilunio, lo laceaban con una soga de sargazo, un alga fucacea capaz de
soportar la fuerza del animal, sin romperse. Según otra versión, la cuerda
debía ser de voqui. una enredadera de tallo flexible. Una vez laceado, el brujo,
con un machete, le arrancaba el cuerno. Sin él, perdía toda su fuerza y podía
ser conducido fácilmente hacia el mar.
Las raspaduras
del cuerno eran utilizadas en la fabricación de ungüentos mágicos que servían
para sanar afecciones a la piel, el reumatismo, la enfermedad del susto,
enfermedades nerviosas, la anemia y el desgano. También servía para elaborar
briznas que se aplicaban sobre las quebraduras. Una sobredosis de estos polvos
podía «encamahuetar» al paciente, dotándolo de una poderosa fuerza y tornándolo
violento. Debido a que del cuerno podía nacer otro Camahueto, los brujos debían
tener cuidado en hervir las raspaduras. En ciertas ocasiones, sin embargo, el
brujo no lo hacía y, para vengarse de alguien, enterraba un pedazo de cuerno,
engendrando un nuevo animal.
Gonzalo Rojas Flores (Chile, 19?)
La ilustración corresponde a Camahueto, de Rodrigo Verdugo.
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