Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

viernes, 1 de enero de 2021

Año nuevo: PRIMERO DE ENERO, de Mijaíl Lermontov


A veces, rodeado de turbias multitudes,
cuando a través de mí, como a través de un sueño,
entre el rumor del baile y de la música
y en el brusco murmullo de frases aprendidas
fulguran las imágenes sin alma de los hombres
que por las conveniencias exhiben su careta.

Cuando mi fría mano roza apenas
-con el atrevimiento descuidado
de las bellezas de la corte-
con las manos ya frías, insensibles,
hundido en apariencia en sus vanos fulgores,
acaricio en el alma un viejo sueño,
los santos ecos del pasado.

Como si unos momentos pudiera adormecerme,
en el recuerdo del pasado
como un pájaro libre emprendo el vuelo.
Me veo niño, alrededor
los sitios tan queridos:
la casa señorial
en medio del jardín
con el invernadero abandonado;
cubre una verde red de hierbas
el estanque dormido;
tras el estanque el humo de la aldea,
allá en la lejanía se levanta
la niebla sobre el campo.
Yo voy por la avenida envuelta en sombra,
a través de las ramas
penetra un rayo de la tarde,
las hojas amarillas
gimen bajo los pasos temerosos.

Y una extraña tristeza
me oprime el corazón:
pienso en ella, amo y lloro,
pienso en los sueños de mi mente
-un fuego azul despide su mirada,
la sonrisa es de rosa
igual que el resplandor
de la aurora que nace tras el bosque-.

Así, señor de un encantado reino,
durante largas horas
permanezco callado
y hasta hoy guardo vivo su recuerdo
bajo las tempestades
de dolorosas dudas y pasiones;
como una fresca isla,
ingenuamente, en medio del mar
florece en húmedo desierto.

Cuando volviendo en mí reconozco el engaño
y el ruido de la turba
hace huir mis ensueños
-huéspedes no invitados a la fiesta-
deseo ardientemente
confundir su alegría
y arrojar a su rostro
versos de hierro audaces
llenos de rabia y de amargura.

Mijaíl Lermontov (Rusia, 1814-1841).

(Traducido al español por María Francisca de Castro Gil).

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