"Encendí el brasero del recibidor..."
(Fragmento)
Cuando la otra noche la señora Kawakami me contó que una empresa le ofrecía una buena cantidad de dinero por su local, ya hacía tiempo que había supuesto que, tarde o temprano, la mujer tendría que cerrar e irse a otro sitio.
- No sé qué hacer -me dijo-. Después de tanto tiempo sería para mí tremendo tener que irme. Anoche no pude dormir pensándolo y, una vez más, me dije: ahora que Shintaro-san ya no viene, el único cliente que me queda es Sensei. De verdad, no sé qué hacer.
Y es cierto, ahora soy yo el único cliente que le queda. Desde el invierno pasado, Shintaro no ha vuelto a aparecer por el bar de la señora Kawakami. Seguramente, por no encontrarse conmigo. Y todo por un incidente, en el que la señora Kawakami no tuvo nada que ver, pero cuyas consecuencias la han perjudicado.
El año pasado, una noche de invierno de las muchas en que solíamos tomar una copa juntos, Shintaro me comentó lo ansioso que estaba por conseguir un puesto de profesor en uno de los nuevos institutos. Me confesó incluso que ya había enviado varias solicitudes. Evidentemente, Shintaro ya no era discípulo mío desde hacía años y no había razón alguna para que no pudiese hacer las gestiones necesarias sin consultarme. Además, yo era consciente de que en aquel momento había otras personas que podían serle más útiles que yo. Y sin embargo reconozco que me sorprendió que no hubiese recurrido a mí para nada, ni siquiera para formular las solicitudes. Un día de invierno, poco después de Año Nuevo, Shintaro se presentó en mi casa y, entre risas, me dijo nervioso en la entrada: «Sensei, sé que es una impertinencia venir así a su casa.» El gesto me produjo algún alivio. En cierto modo, era como si nuestra relación volviese a cobrar su carácter familiar. Encendí el brasero del recibidor y nos sentamos al lado para calentarnos las manos. Al ver que Shintaro tenía en el impermeable algunos copos de nieve que ya empezaban a derretirse, le dije:
- ¿Ha empezado otra vez a nevar?
- Un poco, comparado con esta mañana.
- Lamento que la habitación esté tan fría. Me temo que es la más fría de la casa.
- No se preocupe, Sensei. En mi casa hace mucho más frío -sonrió contento y se frotó las manos encima de las brasas-. Le agradezco que me reciba usted de este modo. Siempre ha sido usted muy amable conmigo. Si empezase a recordar todo lo que ha hecho por mí…
Kazuo Ishiguro (Japonés nacionalizado inglés, 1954).
Obtuvo el premio Nobel en 2017.
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