Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

jueves, 28 de enero de 2021

Enero: PADRES E HIJOS, de Iván Turguéniev

"Aquel día de enero tocaba ya a su fin; el frío vespertino comprimia más aún el aire inmóvil..."

(Fragmento del capítulo 28)

Pasaron seis meses. Vino el blanco invierno, con sus crueles y silenciosas heladas sin nubes, sus densas y crujientes nevadas, sus rosadas escarchas en los árboles, su cielo de pálida esmeralda, sus gorros de humo sobre la chimenea, sus tufaradas de vapor saliendo de las puertas un momento entornadas, los frescos rostros literalmente mordidos de la gente y el desalado correr de los entumecidos caballos. Aquel día de enero tocaba ya a su fin; el frío vespertino comprimía más aún el aire inmóvil y rápidamente apagaba el crepúsculo color de sangre. En las ventanas de la casa de Marino se encendieron las luces. Prokofich, de frac negro y guantes blancos, con particular solemnidad, puso la mesa con ocho cubiertos. Una semana antes, en la reducida iglesia parroquial, sin ostentación y casi sin testigos, se habían celebrado dos bodas: la de Arkadii con Katia y la de Nicolai Petrovich con Zenichka; y aquel mismo día dio Nikolai Petrovich una comida de despedida a su hermano que marchaba a Moscú a resolver unos asuntos. Anna Serguieyevna partió inmediata- mente después de la boda, colmando de regalos a los novios.


Iván Turguéniev (Ruso fallecido en Francia, 1818-1883).

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