-Déjame
besar tu boca
meridional y
encarnada
como la
guinda incitante,
como los
claveles grata,
dulce como
una sonrisa,
fresca como
una mañana
primaveral y
armoniosa
bajo una
alegre enramada
y, así, el
corazón se funda
con esa boca
sultana,
para aprisionar
dos vidas
en la cárcel
de dos almas...
-¡Vete,
galán, que me queman
tus ojos y
tus palabras!-
-Quiero
besar tus pupilas
y tu frente
soberana,
y el encanto
de tu boca,
y el jazmín
de tu garganta;
quiero posar
la amargura
de mis
labios en tus gracias;
y en tanto
que me consuelas
de la
errabunda nostalgia,
pensaré
sobre tus ojos,
sobre tu
frente pagana,
sobre tu
boca de mieles,
sobre tu
fresca garganta:
¡que está
besando a la Gloria
mi amor,
tendido a sus plantas!
La dama
clavó al galán
sus ojos
-dos puñaladas-
y en el
rosado misterio
de la tarde
visionaria
besos de
amor escucharon
las rosas y
las estatuas...
José de Maturana (Argentina, 1884-1917).
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