(Fragmento de la escena segunda del cuadro II)
Mendoza: Sí, cantad, acabad la letra, pero suavemente. (Aparte). Estos mamarra- chos, si me descuido, lo echan a perder todo, si no me engaño han pronunciado mi nombre en la reja. (Se acerca).
Música y canción:
La flor más pura y galana
que el abril fecundo adora
al despuntar la aurora
perfuma el primer albor:
pero es mil veces más puro
de tu boca el blando aliento
se perfuma en torno al viento
tierno suspiro de amor.
Oye mi voz.
Figueroa: ¿Qué es esto? ¿Quién viene?
Clara: Son los tuyos que vuelven a cantar. Déjalos, que estoy muy prendada del tono y del sentido de la trova.
Figueroa: ¿Te sonríes, Clara, cuando tan atormentado me estás viendo?
Clara:¿Y por qué no, ídolo mío? Demasiado triste me ven todos los días. Me tienes muy enamorada para que lejos de tus ojos pueda alegrarme jamás. Cuando no te veo, ando pensativa en dulces imaginaciones de estar a tu lado, de envanecerme con tu gallardía; y porque se te ocurra turbar el paraíso que hay para mí en tu cariño, no tengo de sufrir yo la pena de tu desvarío. Te empeñas en no estar contento con mis caricias; no me importa, yo estoy loca de júbilo en tu presencia, ¿No te parezco hermosa como otras veces?
Figueroa: ¡Hermosa! ¡Ah, sí, más que nunca! Más hermosa que lo es en mi fantasía el ángel que te conduce a este sitio entre las sombras y los vapores de la noche. Pero tus bodas están concertadas con otro...
Clara: Eso tú y yo lo sabemos, esposo mío. ¿Has olvidado el juramento? ¡Ah, Pedro! Vuelve a leerme en el fuego que ahora enciende mi semblante. Tengo mi mano sobre tu corazón, y no envidio a una reina coronada.
José de Espronceda (España, 1808-1842).
La ilustración corresponde a la primera página de la partitura musical de Ramón Carnicer compuesta en 1838 para la Serenata de la obra. Se encuentra en la biblioteca Memoria de Madrid.
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