Regresa la primavera a Vancouver.

jueves, 4 de abril de 2019

Tu boca: EL SILLÓN DEL ABUELO, de Nathaniel Hawthorne

"¡Ah, Charley, acaba de hablar el espíritu de nuestros antepasados por tu boca!"
 
(Fragmento del capítulo 7)

- Algunas veces me pregunto -dijo el abuelo cuando les estaba contado estas cosas a los pequeños-, algunas veces me pregunto, si hubo más de un solo hombre entre nuestros ancestros que considerara que los indios poseían un corazón, una mente y un alma inmortal. Yo creo que ese único hombre fue John Eliot. El resto de los primeros colonos, al parecer, pensaban que los indios eran una raza inferior de seres, a los cuales el Creador simplemente les había permitido cuidar de este magnífico país, hasta que los blancos llegaran para reclamarlo.
 
- ¿Los colonos más piadosos de aquellos días nunca intentaron evangelizarlos? -preguntó Lauren.
 
- En algunas ocasiones, es posible que algunos ministros -respondió el abuelo-, hablaran de civilizar y evangelizar a los nativos, pero en el fondo de su corazón querían civilizar los enmarañados bosques para hacer de ellos un lugar lo más parecido que fuera posible al paraíso. Ellos no tenían fe en el éxito de una misión como la de la evangelización porque no sentían ningún aprecio por los pobres indígenas. Eliot, por su parte, estaba lleno de amor por ellos, y no le faltó ni la fe ni la esperanza necesarias para gastar toda su vida en beneficio de estas gentes.
 
- Yo primero los habría conquistado y después los habría convertido -dijo Charley.
 
- ¡Ah, Charley, acaba de hablar el espíritu de nuestros antepasados por tu boca! -replicó el abuelo-. Pero Mr. Eliot tenía un espíritu mejor. Él los trataba como si fueran sus hermanos. Persuadió a tantos como pudo para que dejaran sus costumbres desordenadas y se dedicaran a construir casas y a cultivar la tierra, tal como lo hacían los ingleses. Mr. Eliot montó escuelas para ellos y enseñó a muchos a leer. Igualmente les enseño a orar, hasta tal punto que ya los conocían como los indios rezanderos. Finalmente, habiendo dedicado los mejores años de su vida en beneficio de los indígenas, Mr. Eliot decidió emplear sus últimos días en una labor que los beneficiaría aún más.


Nathaniel Hawrhorne (Estados Unidos, 1804-1864).

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