Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

sábado, 6 de abril de 2019

Tu boca: LOS CISNES SALVAJES, de Hans Christian Andersen

"De lo contrario, el primer sonido que salga de tu boca herirá como un puñal el corazón de todos tus hermanos."
 
(Fragmento)

- Quisiera que el sueño -respondió ella- me diera la clave para liberarlos del hechizo.
 
Pensando en ello se quedó dormida. Le pareció que los cisnes volvían a llevarla por el aire y que llegaba al espléndido palacio del hada Morgana. El hada salía a su encuentro, hermosa y resplandeciente, pero su apariencia le recordó mucho a la viejita que le había dado una manzana en el bosque y le había contado acerca de los cisnes con coronas de oro.
 
Fue entonces que el hada le dijo:
 
- Es posible liberar a tus hermanos del hechizo, pero, ¿crees que tendrás el valor y la perseverancia que hacen falta? Me dirás que el agua del mar, a pesar de ser más suave que tus manos, moldea las piedras más duras. Pero el agua no siente los dolores que sentirán tus pobres dedos; el agua no tiene un corazón para sufrir las angustias y los pesares que tendrás que soportar tú. ¿Ves esta ortiga que tengo en la mano? Hay muchas como ésta en los alrededores de la cueva donde vives; solo esta especie y la que brota sobre las tumbas en los cementerios pueden serte útiles. Recuérdalo. Tendrás que recoger grandes cantidades y tus manos se cubrirán de llagas y de heridas ardientes y dolorosas. Al triturar con tus pies la planta obtendrás fuertes filamentos. Con ellos tejerás túnicas de mangas anchas y, cuando todas estén terminadas, las echarás sobre los cisnes. Así, el hechizo se romperá al instante. Pero sabrás que, desde el comienzo y hasta el final de tu tarea, no podrás pronunciar ni una sola palabra, ni siquiera una sílaba, aunque pasen años. De lo contrario, el primer sonido que salga de tu boca herirá como un puñal el corazón de todos tus hermanos. La vida de ellos depende de tu silencio. Piensa en todo lo que te he dicho.
 
Al decir estas palabras, el hada agitó en su mano la ortiga, que brilló como una antorcha. El resplandor hizo despertar a Elisa. Era un día de sol. Junto a ella brotaba una planta de ortigas parecida a la que había visto en sus sueños. Salió de la cueva decidida a comenzar su trabajo.


Hans Christian Andersen (Dinamarca, 1805-1875).

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