"... te apoderaste con las dos manos del ramo y hundiste dentro de él tu cara, aspirando su perfume."
(Fragmento del capítulo I)
(Fragmento del capítulo I)
- Yo entré. Tú apenas volviste la cabeza: me acogiste duramente. ¿Qué tenías? No lo sé. Puse el ramo sobre la mesita y esperé. Empezaste á hablar de cosas triviales, sin voluntad y sin placer. Yo pensé, descorazonado. «¡Ya no me ama!» Pero el perfume era fuerte, muy intenso: había impregnado toda la estancia. Todavía te estoy viendo, cuando te apoderaste con las dos manos del ramo y hundiste dentro de él tu cara, aspirando su perfume. Al levantar el rostro, parecía exangüe y tus ojos estaban alterados como por una especie de embriaguez...
- ¡Sigue, sigue!... dijo Elena, con voz débil, inclinada sobre el pretil, como encantada por la fascinación del agua corriente.
- Después, sobre el diván: ¿te acuerdas? Yo te cubrí el pecho, los brazos, la cara, con las flores, agobiándote. Tú te levantabas continuamente, me presentabas tu boca, la garganta, tus párpados cerrados. Entre tu piel y mis labios sentía las hojas frías y suaves. Si te besaba el cuello, un escalofrío recorría tu cuerpo y extendías las manos para rechazarme y mantenerme alejado. ¡Oh! entonces... Tenías la cabeza hundida en los cojines, el pecho oculto por las rosas, los brazos desnudos hasta los codos, y nada era más dulce y amoroso que aquel leve temblor de tus pálidas manos sobre mis ardorosas sienes... ¿Te acuerdas?
- Después, sobre el diván: ¿te acuerdas? Yo te cubrí el pecho, los brazos, la cara, con las flores, agobiándote. Tú te levantabas continuamente, me presentabas tu boca, la garganta, tus párpados cerrados. Entre tu piel y mis labios sentía las hojas frías y suaves. Si te besaba el cuello, un escalofrío recorría tu cuerpo y extendías las manos para rechazarme y mantenerme alejado. ¡Oh! entonces... Tenías la cabeza hundida en los cojines, el pecho oculto por las rosas, los brazos desnudos hasta los codos, y nada era más dulce y amoroso que aquel leve temblor de tus pálidas manos sobre mis ardorosas sienes... ¿Te acuerdas?
- ¡Sí, sí! ¡Sigue!
Gabriele D'Annunzio (Italia, 1863-1938).
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