Una de las fantasías más arraigadas en Arturito era la de las fiestas de disfraz, grandes mascaradas que daba para sus innumerables amistades todos los años, para Carnaval. Sonaba como un disparate, pero hablaba de ellas con la más inquebrantable certeza, y era inagotable en anécdotas de sus fiestas de carnavales anteriores. Mamá y yo habíamos ido a vivir al inquilinato poco después del Carnaval (muy poco después), y faltaba bastante para el próximo, así que yo no tenía forma de saber si esos relatos tenían algún asidero o no. Para Arturito una fiesta de disfraces era un sine qua non de la vida. Él mismo parecía siempre disfrazado, con sus trajecitos. Aunque apenas apuntaba la primavera, ya estaba pensando su disfraz para la fiesta que daría en el próximo carnaval, a la que yo estaba invitada desde ya... si es que me dignaba a asistir, si le hacía el honor, si condescendía a divertirme un rato con esas frivolidades tan por debajo de mi nivel...
César Aira (Argentina, 1949)
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