Si la rueda se atasca en la maraña
de las serpentinas y el caballo
se encabrita entre la multitud, si te nieva
sobre cabellos y manos un largo escalofrío
de iris fluyentes o levantan los niños
las lastimeras ocarinas que saludan
tu viaje y los leves ecos se disgregan
puente abajo sobre el río,
si se despeja el camino y te conduce
a un mundo soplado en una trémula
burbuja de aire y de luz donde el sol
saluda tu gracia – quizá hayas encontrado
el camino que tentó un instante
el plomo fundido a medianoche cuando
el año acabó tranquilo, sin disparos.
Y ahora quieres descansar donde un filtro
convierte en despojos los sonidos
produciendo los sonrientes y acres
humos que te componen el mañana:
ahora preguntas por el país donde los onagros
muerden terrones de azúcar en tus manos
y de los rechonchos árboles despuntan brotes
milagrosos para el pico de los pavos reales.
(Oh tu Carnaval será esta noche
más triste que el mío, tú, rodeada de regalos
para los ausentes: carrozas teñidas
de rosoli, fantoches y arcabuces,
pelotas de goma, liliputienses utensilios
de cocina: la urna los destinaba
a cada uno de los amigos lejanos, en la hora
en que enero se entreabrió y en el silencio
se cumplió el sortilegio. ¿Es Carnaval
o diciembre todavía se demora? Pienso
que si mueves la manecilla del pequeño
reloj que llevas en la muñeca, todo
retrocederá en un deshecho prisma
babélico de formas y colores...)
Y llegará Navidad y el día de Año Nuevo
que vacía los cuarteles y te devuelve
a los amigos dispersos, y también volverá
este Carnaval que ahora se nos escapa
entre los muros que ya se resquebrajan. ¿Pides
tú que se detenga el tiempo sobre el pueblo
que en torno se dilata? Las grandes alas
jaspeadas te rozan, las galerías
empujan hacia fuera gráciles muñecas
rubias, vivas, las palas de los molinos
giran fijas sobre las charcas bulliciosas.
¿Pides que se entretengan las campanas
de plata sobre la aldea y el sonido ronco
de las palomas? ¿Pides tú las mañanas
trémulas de tus lejanas orillas?
Qué extraño y difícil se hace todo,
qué imposible es todo, dices tú.
Tu vida está aquí abajo, donde retumban
sin pausa las ruedas de los carromatos
y nada vuelve sino quizá en estos
imprevistos de lo posible. Regresa
allí, entre los muertos juguetes donde hasta morir
se niega; y con el tiempo que te late
en la muñeca y a la existencia te restituye,
entre los pesados muros que no se abren
al torbellino fatigado de los humanos,
vuelve al camino donde contigo me entristezco,
aquel que señaló un plomo congelado
a mis atardeceres, a los tuyos:
vuelve a las primaveras que no florecen.
de las serpentinas y el caballo
se encabrita entre la multitud, si te nieva
sobre cabellos y manos un largo escalofrío
de iris fluyentes o levantan los niños
las lastimeras ocarinas que saludan
tu viaje y los leves ecos se disgregan
puente abajo sobre el río,
si se despeja el camino y te conduce
a un mundo soplado en una trémula
burbuja de aire y de luz donde el sol
saluda tu gracia – quizá hayas encontrado
el camino que tentó un instante
el plomo fundido a medianoche cuando
el año acabó tranquilo, sin disparos.
Y ahora quieres descansar donde un filtro
convierte en despojos los sonidos
produciendo los sonrientes y acres
humos que te componen el mañana:
ahora preguntas por el país donde los onagros
muerden terrones de azúcar en tus manos
y de los rechonchos árboles despuntan brotes
milagrosos para el pico de los pavos reales.
(Oh tu Carnaval será esta noche
más triste que el mío, tú, rodeada de regalos
para los ausentes: carrozas teñidas
de rosoli, fantoches y arcabuces,
pelotas de goma, liliputienses utensilios
de cocina: la urna los destinaba
a cada uno de los amigos lejanos, en la hora
en que enero se entreabrió y en el silencio
se cumplió el sortilegio. ¿Es Carnaval
o diciembre todavía se demora? Pienso
que si mueves la manecilla del pequeño
reloj que llevas en la muñeca, todo
retrocederá en un deshecho prisma
babélico de formas y colores...)
Y llegará Navidad y el día de Año Nuevo
que vacía los cuarteles y te devuelve
a los amigos dispersos, y también volverá
este Carnaval que ahora se nos escapa
entre los muros que ya se resquebrajan. ¿Pides
tú que se detenga el tiempo sobre el pueblo
que en torno se dilata? Las grandes alas
jaspeadas te rozan, las galerías
empujan hacia fuera gráciles muñecas
rubias, vivas, las palas de los molinos
giran fijas sobre las charcas bulliciosas.
¿Pides que se entretengan las campanas
de plata sobre la aldea y el sonido ronco
de las palomas? ¿Pides tú las mañanas
trémulas de tus lejanas orillas?
Qué extraño y difícil se hace todo,
qué imposible es todo, dices tú.
Tu vida está aquí abajo, donde retumban
sin pausa las ruedas de los carromatos
y nada vuelve sino quizá en estos
imprevistos de lo posible. Regresa
allí, entre los muertos juguetes donde hasta morir
se niega; y con el tiempo que te late
en la muñeca y a la existencia te restituye,
entre los pesados muros que no se abren
al torbellino fatigado de los humanos,
vuelve al camino donde contigo me entristezco,
aquel que señaló un plomo congelado
a mis atardeceres, a los tuyos:
vuelve a las primaveras que no florecen.
Eugenio Montale (Italia, 1896-1981). Obtuvo el premio Nobel en 1975.
(Traducido al español por Carlos Vitale)
La ilustración corresponde a Figuras humanas surgen de la decoración de carnaval, de Agnieska Kalinowska.
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