es juventud. No se mantiene el orden más que el tiempo que se tarda
en odiar su carácter de mal. Entonces se avivará en ti el deseo del porvenir,
y cada peldaño de tu escalera desocupada y todos los rasgos inhibidos
de tu vuelo te llevarán, te elevarán con un mismo sentimiento gozoso.
Hijo de la oda ferviente, abjurarás del gigantesco enmohecimiento.
Los solsticios cuajan el dolor difuso en una dura joya adamantina.
El infierno a su medida que se habían esculpido los limadores de metales
volverá a bajar vencido a su abismo. Delante del olvido nuevo,
la única nube en el cielo será el sol.
Mintamos esperanzados a quienes nos mienten: que la inmortalidad inscrita
sea a la vez la piedra y la lección.
René Char (Francia, 1907-1988).
(Traducido del francés por Jorge Riechmann).
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