Regresa la primavera a Vancouver.

viernes, 11 de marzo de 2022

Día de reyes: POR QUÉ MARUJA NO CREE EN LOS REYES MAGOS, de José Francés

"Quería hablar con los reyes magos."

(Fragmento final)

Sí. ¿Es el 12.687? Quería hablar con los reyes magos.
- …
- ¿Eh? Sí. Soy Maruja Moncada. ¿Eh?… Sí. Velázquez, 66. ¿No están los señores reyes
- ¿?…
- Lo mismo me da. No siendo el negro, porque me asusta, que se acerque el que quiera.
- …
- Buenas noches, don Gaspar. Soy Maruja Moncada, una niña muy buena, muy buena. Y quería muchos juguetes para el día seis. ¿Eh? Bueno, tome usted… ¡Ay, perdone! A los reyes, ¿cómo se les dice?
- …
- Muy bien… Pues, entonces, mire usted, Majestad. Yo quería un teatro que he visto, que es casi de tamaño natural, y en que los cómicos están vestidos de verdad; quiero también un automóvil de ésos que andan, una muñeca vestida de napolitana, un sol- dado alemán de esos que se caen al suelo y no se rompen…
- …
- No; espere usted, Majestad don Gaspar, que no he terminado. Una camita dorada con una muñeca dentro, un costurero que tenga agujas y carretes y un tigre.
- …
- Sí, Majestad. Un tigre, como el que tiene Lolita Revuelta, y que se le da cuerda y mueve la cabeza así. ¿Ve usted cómo la muevo yo? ¡Pues así!
- …
- Nada más. ¡Ah! Y que se abrigue usted mucho, señor rey, cuando me traiga los juguetes. Esta calle de Velázquez es muy fría. ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Ah! Déle usted un beso al otro señor rey.
- …
- No. Al negro no, que me asusta.

Bajó, satisfecha, de los cuatro tomos del diccionario, volvió a colocarlos en su sitio, apagó la luz y salió al pasillo. Iba gozosa, ilusionada con el feliz éxito de la entrevista. Estrechando contra su corazón a la muñeca japonesa, le decía:

- Tú, cállate. No digas nada de esto. Es un secreto, ¿sabes?

Y de pronto el timbre del teléfono la estremeció. Vibraba terco, persistente. Maruja corrió otra vez al despacho. De nuevo la acometía el temor de que se desperta- ra miss Ada o acudiera Pedro.

- ¡Ya va! ¡Ya va! ¡Cállese usted, señor rey!

Lo decía mientras daba vuelta a la llave de la luz, mientras cerraba la puerta y cogía los cuatro tomos del diccionario y subía sobre ellos.

- ¿Quién es?
- ¿Es en casa del señor Moneada?

Le pareció la voz del rey Gaspar.

- Sí, señor. ¿Y usted quién es?
- El gerente del Bazar mundial. Mire. Aquí ha llamado hace un momento la hija del señor Moncada, encargándonos varios juguetes para que los llevemos a ustedes como si los dejaran los reyes magos. ¿Me oye?
- Sí… Siga usted…
- Bien. Pues como quiera que todos esos juguetes son de los más caros, y que el importe total asciende a mil cuatrocientas setenta y cinco pesetas, hemos querido consultar antes con el señor Moncada si estaba conforme con ello. Luego irá uno de nuestros dependientes a visitar al señor para… ¡Oiga! ¡Central! ¡Central!… ¿Me oye?…

No. Maruja ya no escuchaba. Maruja había dejado el teléfono y de bruces sobre los diccionarios lloraba amargamente.

El timbre seguía sonando imperioso, terco. Ya no importaba que se despertara miss Ada, que acudiera Pedro. ¡Mejor! Así podría decirles a todos que la habían engañado miserablemente, que los reyes magos no existían…

José Francés (España, 1883-1964).

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