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jueves, 2 de septiembre de 2021

Venecia: ESCENAS EUROPEAS 1881, de José Martí

"Venecia remozada y coqueta, corona de flores su alta Campanile rosada..."

Noticias de Italia, Nueva York, 16 de septiembre de 1881.

Fantásticas fiestas, serenatas clásicas, ricas iluminaciones y regatas clásicas en Ve- necia.

Nutrida está la quincena italiana de cosas nuevas y brillantes: el Vesubio, despierto, mueve al cielo sus lenguas de llamas; un muerto ilustre, que había adquirido con una vida útil y gloriosa el derecho de morir, es llevado en triunfo al Cementerio de Roma; y Venecia, remozada y coqueta, corona de flores su alta Campanile rosada, resucita sus fiestas antiguas, adereza a la margen del Lido, y a la sombra de sus pintorescos emparrados, los sabrosos mariscos que sirvieron tantas veces de almuerzo a Téophile Gautier, e inunda con sus góndolas los canales, con sus mujeres de ojos negros los puentes, y con sus gallardos pilluelos, sus acróbatas ambulantes, y sus adivinadores de lotería y decidores de buena fortuna la resplandeciente Plaza de San Marcos,        -¡este paisaje de ónix!- (...)

De la noble Venecia habló luego el príncipe Teano, y con calor generoso recordó sus glorias, y la creyó merecedora de celebrar en su seno aquella reunión de sabios antes celebrada en Amberes y en París. Y el mayor Alighieri, Dante Serego Alighieri, descendiente del maravillosísimo poeta, con frases elegantes dio gracias en nombre de Venecia, a los jóvenes reyes y a los representantes extranjeros a quienes se les prepara deslumbrante baile; en el cual les sorprende, -como si por debajo de los recios balcones de piedra, agitando las aguas en la sombra, pasase en danza alegre por entre las espumas, en lomo de tritones, caravana marina de cantoras nereidas, de lira de cristal y voz de brisa-, una lánguida y misteriosa serenata, cuyos ecos melifluos ascienden blandamente de las alegres góndolas. Todo es banquete, festejo y danza. El signor Ottino, que es iluminador famoso, enciende cien mil luces de colores en la plaza de San Marcos, y cuenta contento las cuarenta mil liras que por el adorno de la plaza se le pagan. San Marcos, donde en otro tiempo rompieron el aire de Venecia esclava las bandas austríacas, resonará ahora con las altas voces de una colosal orquesta de hijos fuertes de Italia, hijos libres del Véneto. Aquellas serenatas venecianas, cuyos ecos, como diablillos ungidos de amor, revoloteaban, después de oídos, largo tiempo, encendiendo llamas e inspirando cantos en torno a la frente de los poetas; aquellas misteriosas flotillas, que como bandada de cisnes negros con ojos de colores, lleno el dorso de rimadores de voz dulce y tañedores de laúd tierno, se deslizaba en la voluptuosa madrugada por los canales sigilosos; aquellas clásicas serenatas características, cantadas con su lira de alas de llama por Lord Byron, con su guzla ceñida de coronas de rosas por Alfred de Musset, y con su pluma de mármol por aquella mujer viril y extraordinaria, George Sand; aquellas serenatas animarán de nuevo, sonrientes y sonoras, la ciudad coqueta. Una gigantesca galleggiante, la famosa galera de paseo, como por magos y magas iluminada, cruzará, vestida de lujosos pabellones, las aguas tranquilas. Aquellas antiguas góndolas de Venecia, aquellos veloces bissone, regatearán como regatearon ochocientos años hace en las fiestas con que fue celebrada la ruidosa victoria del Dux Pietro Candiano sobre los intrépidos piratas que robaron las monjas del Convento de Olivolo. Y como no pueden, por inamovible privilegio, tocar manos humanas los muros de la iglesia de San Marcos, la luz, que es resplandor divino, la suave luz eléctrica, bañará las murallas sagradas. Vense por todas partes los geógrafos de Francia, Suecia y Rusia, que han traído consigo muy celebradas y valiosas colecciones; hablan con calor de la colección deslumbradora y abundantísima que ha enviado la India inglesa; vénganse de esta superioridad, señalando la marcada pobreza de la colección con que ha contribuido al Congreso la Gran Bretaña; detiénense a leer las inscripciones que, en losas de mármol, ha hecho colocar el Municipio sobre las casas en que otro tiempo residieron viajeros celebrados: Nicolo Zeno, Antonio Zeno, Marino Forsello y Sebas- tián Cabot, que vio mares de América, y el atrevido Marco Polo.

Así renace de su sueño de siglos, en su lecho de mármol, de su polvo de oro, la mági- ca y magnífica Venecia.
Publicado en La Opinión Nacional,
de Caracas, Venezuela, el 3 de octubre de 1881.

José Martí (Cuba, 1853-1895).

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