Habiéndose hecho a la desgracia de Milán más de doscientos sonetos en Madrid.
Cielos, ¿después de tantos daños, éste?
Cielos, ¿después de tantos daños, éste?
¡Pobre de mí, Milán amilanada,
más que a polvos, a versos apestada;
Que habrá soneto que a la peste apeste!
Aquí de Dios, poetas, turba agreste,
Aquí de Dios, poetas, turba agreste,
¿no me bastaba estar polvorizada?
Amainad, amainad la sonetada;
que, mal por mal, me quiero más mi peste.
Piedad, oh peste de segunda mesa;
Piedad, oh peste de segunda mesa;
menos rigor que ya de peste pasas,
y no hay acá san Roques de concetos.
La otra cesó ya, y ésta no cesa;
La otra cesó ya, y ésta no cesa;
¡Ay de mí, que del fuego di en las brasas!
¡Ay de mí, que de peste di en sonetos!
Antonio de Solís y Ribadeneyra (España, 1610-1686).
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