Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

lunes, 27 de abril de 2020

Epidemias: LA CIUDAD DE LA PESTE, de John Wilson


Escena II

(Fragmento)

Una gran plaza en la ciudad.

Una multitud de hombres y mujeres miserables se aglomeran en torno a una persona de aspecto salvaje e indumentaria fantástica, que sostiene un reloj de arena en su mano.

Astrólogo:

El sol se está poniendo, y cuando se oculta,
Ya conocen mi acertado don de la profecía
Se aparta de mí y ciego entonces resulta
Que me he quedado como mis hermanos miserables. Así la Peste
Se subleva en la oscuridad entre las víctimas que desconocía,
Tampoco puedo leer los nombres de aquellos que reste
Ahora escritos con caracteres de sangre fugaz.
Vengan a mí todos aquellos que descansarán en paz,
¡Quién la almohada de la fiebre ardiente cambiaría
por el sepulcro con su refrescante tibieza!
Vengan aquí todos los huérfanos de un día
Yo diré cuando descanse su cabeza
Sobre el seno de sus padres. El ansia todavía
No golpea los cuerpos sin sudario, ¡para un mentiroso
En el pozo oscuro, el amor se torna hermoso!
¿Dónde están las viudas con sus velos? En la tumba
la lámpara del matrimonio arde insaciable.
¡Sequen sus lágrimas, vírgenes castas! ¡En la tumba
prometida a su pureza impecable!
Todavía es el suyo, aún en la muerte, un rostro hermoso,
Y se inclinará esta noche sobre un pecho amable
Blanco como las nieves de la perfecta inocencia.
¡Es ahora que llamo al malvado!
Dejaré su rostro entre la multitud, y diré en su presencia
Sus sueños de horror y sus obras de pecado.



John Wilson (Inglaterra, 1785-1854).

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