Su rostro afeitado, murmurando ante el espejo, tenía grandes ojeras. Está muy bien, pensó... A pesar de que no hay mucha luz, se ve que eres un hombre muy guapo. Todavía puedes pasar bastante tiempo conquistando mujeres. Conquistándolas a todas menos a esa bruja, Madeleine, cuya cara no se sabe si es hermosa o muy desagradable. Anda, pues, que Ramona te alimentará, te dará vino, te quitará los zapatos, te halagará, te besará, y te dará mordisquitos con sus lindos dientes. Luego abrirá la cama, apagará las luces, e irá a lo esencial... Estaba medio elegante, medio fachoso. Siempre había sido ése su estilo. Así, si se anudaba la corbata con gran cuidado, tenía sueltos los cordones de los zapatos. Su hermano Shura, inmaculado con sus trajes hechos por los mejores sastres, con afeitados, pelados y manicura de Palmer House, le decía que su descuido era a propósito. En tiempos quizá fuese un desafío juvenil a las conveniencias, pero ahora ese descuido de las apariencias formaba ya parte de la comedia diaria de Moses E. Herzog. Ramona solía decirle: «No eres un verdadero y puritano americano. Para lo que tú tienes talento es para la sensualidad. Tu boca te traiciona.» Y cuando le oía esto, Herzog no podía evitar ponerse los dedos sobre los labios. Pero luego se reía mucho. Sin embargo, le fastidiaba que ella no le reconociese como un verdadero americano. Eso le dolía. ¿Qué era él, pues, sino un norteamericano? En el servicio militar, sus compañeros también le consideraban como un extranjero.
Saul Bellow
(Estadounidense nacido en Canadá, 1915-2005).
Obtuvo el premio Nobel en 1976.
La ilustración corresponde a la portada del libro en la edición italiana de Oscar Mondadori, colección Clásicos Modernos.
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