Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

sábado, 23 de mayo de 2015

Madeleine: SUITE FRANCESA, de Irène Némirovsky

"En su boca, en sus palabras un tanto vacilantes, todos aquellos sucesos perdían su resonancia trágica."
 
(Fragmento del capítulo 24)
 
Jean-Marie sólo veía a sus anfitriones a la hora de las comidas. El resto del día lo dejaban en manos de la anciana. Al atardecer, dos chicas jóvenes se sentaban junto a él. A una la llamaban «la Cécile» y a la otra «la Madeleine». Al principio, Jean-Marie creyó que eran hermanas. Pero no. La Cécile era la hija de la granjera y la Madeleine, una huérfana. A las dos daba gusto verlas, porque eran, si no atractivas, lozanas; Cécile tenía una cara redonda, ojos negros y vivos, y Madeleine, rubia y más fina, unas mejillas resplandecientes, sedosas y sonrosadas como la flor del manzano. Las chicas lo pusieron al corriente de los acontecimientos de la semana. En su boca, en sus palabras un tanto vacilantes, todos aquellos sucesos, extraordinariamente graves, perdían su resonancia trágica. «Es muy triste», decían, o: «Todo esto no es nada agradable», o: «¡Ay, señor, estamos muy preocupadas!» Jean-Marie se preguntaba si era una forma de hablar habitual entre la gente de la región o algo más profundo, que tenía que ver con el alma misma de aquellas chicas, con su juventud, un instinto que les decía que las guerras pasan y el invasor se marcha, que la vida, incluso deformada y mutilada, continúa.

 Irène Némirovsky
(Escritora en lengua francesa nacida en Rusia y muerta en Auschwitz, 1903-1942).
 
(Traducido al español por José Antonio Soriano Marco)

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