"... reclamando respeto al silencio del placer. Con su cara ludiendo tu oreja, susurra: - No digas nada."
(Fragmento del capítulo V: El salario del tedio)
(Fragmento del capítulo V: El salario del tedio)
Entre sueños percibes, lejano, un
calor salivoso que envuelve tu miembro, es como si algo vivo y cálido lo
acariciara con una voluptuosa humedad. Somnoliento, vas regresando a la
vigilia y la percepción del placer es paulatinamente más intensa. Entreabres
los ojos y descubres la boca de Diana, su lengua exaltando tu virilidad,
imposible contenerla más tiempo. La sensación es plena. Recuperas el sentido de
la realidad pero ella no te permite hablar. Con el dorso de su mano derecha se
limpia los labios y coloca el índice de la izquierda en tu boca, reclamando
respeto al silencio del placer. Con su cara ludiendo tu oreja, susurra:
- No digas nada. Tu estás enfermito.
Tiene razón Álvaro. Las mujeres son criaturas tan extrañas.
- No digas nada. Tu estás enfermito.
Tiene razón Álvaro. Las mujeres son criaturas tan extrañas.
Jules Etienne
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