Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

domingo, 21 de enero de 2024

Mirándolas dormir: LA SIESTA, de José Joaquín Pesado

"Quizá descuidada duerme, llena de ilusiones dulces en sus floridos vergeles."

(
Fragmento)

La primavera galana
Vida y esperanzas vierte:
Todos los seres se gozan;
Menos yo de Elisa ausente
.
Del tormento que me causa,
Quizá descuidada duerme,
Llena de ilusiones dulces
En sus floridos vergeles

Gozando la grata sombra
Que sobre la yerba ofrecen
Los frondosos naranjales
Y los erguidos cipreses.

Donde yedras y jazmines
Formando frescos doseles
Entre perfumes y flores
Del sol la guardan corteses.

Donde corriendo sonora
Por entre lirios la fuente,
Copia su beldad dormida
Que muda deidad parece.

¡Amor, que bella a mis ojos
Haces que su faz se muestre!
¡Cómo al mirar su hermosura
mi seno en fuego se enciende!

¿Do vas, atrevido amante?
Suspende al paso, detente,
No profanes atrevido
Ese misterioso albergue,

Si en él el amor se anida
Es el amor inocente;
El recato lo custodia,
Y la virtud lo defiende.

Mira dormidos sus ojos;
Mira por su linda frente
Vagar el dorado rizo,
Que el soplo del aura mueve.

Una posesión tan alta,
¿Quién es el que la merece?
Basta que tu amor conozca
Para que premiado quedes.

Basta que Elisa no ignore
Tus afectos reverentes,
Y que en su memoria ilustre
Alguna vez le recuerde.

José Joaquín Pesado (México, 1801-1861).

sábado, 20 de enero de 2024

Mirándolas dormir: NOCHES FLORENTINAS, de Heinrich Heine

"... ante la mujer dormida, contemplando los bellos miembros que el liviano vestido más descubría que ocultaba (...) Esta estatua blanca sobre fondo verde."

(
Fragmento de la primera noche)

La negra Deborah, con su finísimo oído, había reconocido por el andar al recién llegado y le abrió suavemente la puerta. A una señal, abandonó la estancia silencio- samente, y Maximiliano se encontró solo con su amiga. La habitación se hallaba en una penumbra, iluminada tan sólo por una luz, que lanzaba de cuando en cuando temerosos reflejos, como miradas curiosas sobre el rostro de la enferma. La signora María, vestida de muselina blanca, estaba tendida sobre un sofá forrado de seda verde y dormía tranquilamente.

Maximiliano permaneció algún tiempo de pie, con los brazos cruzados, ante la mujer dormida, contemplando los bellos miembros que el liviano vestido más descubría que ocultaba; y cada vez que caía una franja de luz sobre el rostro pálido, se estremecía en su corazón.

- ¡Dios mío! -dijo en voz baja para sí-. ¿Qué es esto? ¿Qué recuerdos despiertan en mí? Sí, ya sé. Esta estatua blanca, sobre fondo verde; sí ya...

Heinrich Heine
(Alemán fallecido en Francia, 1797-1856).

viernes, 19 de enero de 2024

Mirándolas dormir: EL TRIUNFO DE LA VIDA y EL ÚLTIMO HOMBRE, de Percy Bysshe y Mary Shelley

"Como una enamorada que dormida (...) Como una enamorada que se eleva en el sueño..."

El triunfo de la vida

(Fragmento)

Como una enamorada que dormida
se eleva sobre lagos de nenúfares-
niebla de plata, música extasiada-
así la forma parecía andar
besando con sus pies la bailarina
espuma, deslizándose en el aire
que encrespa la amatista a flor de agua
o en los rayos oblicuos del albor
que caen entre los bosques o sus sombras.

(Traducido al español por Luis Castellvi Laukamp).

Como una enamorada se eleva en el sueño
Sobre lagos cubiertos de lirios en una niebla plateada
Con una música prodigiosa, así podría parecer esta forma.
En parte para pisar las olas con pies que mueven
La espuma danzante, en parte para deslizarse
Por los aires raspando a la húmeda amatista,
O los rayos oblicuos de la mañana que caen entre
Los árboles, o las suaves sombras de los árboles.

(Traducido al español por Jules Etienne).

(As one enamoured is upborne in dream
O'er lily-paven lakes mid silver mist
To wondrous music, so this shape might seem
Partly to tread the waves with feet which kist
The dancing foam, partly to glide along
The airs that roughened the moist amethyst,
Or the slant morning beams that fell among
The trees, or the soft shadows of the trees).

Percy Bysshe Shelley (Inglés fallecido en Italia, 1792-1822).

"Idris dormía (...) Dudé un instante si debía despertarla..."

El último hombre

(Fragmento del capítulo VII)

El sueño, bálsamo soberano, consiguió sumergir sus ojos llorosos en el olvido.

Idris dormía. La quietud invadía el castillo, cuyos habitantes habían sido conminados a reposar. Yo estaba despierto, y durante las largas horas de aquella noche muerta, mis pensamientos rodaban en mi cerebro como diez mil molinos rápidos, agudos, indomables. Todos dormían -toda Inglaterra dormía-; y desde mi ventana, ante la visión del campo iluminado por las estrellas, vi que la tierra se extendía plácida, reposada. Yo estaba despierto, vivo, mientras el hermano de la muerte se apoderaba de mi raza. ¿Y si la más poderosa de aquellas deidades fraternales dominara a la otra? En verdad, y por paradójico que resulte, el silencio de la noche atronaba en mis oídos. La soledad me resultaba intolerable. Posé la mano sobre el corazón palpitante de Idris y acerqué el oído a su boca para sentir su aliento y cerciorarme de que seguía existiendo. Dudé un instante si debía despertarla, pues un terror femenino invadía todo mi cuerpo. ¡Gran Dios! ¿Habrá de ser así algún día? ¿Algún día todo, salvo yo mismo, se extinguirá, y vagaré solo por la tierra? ¿Han sido éstas voces de aviso, cuyo sentido inarticulado y premonitorio debe hacerme creer?

Mary Shelley (Inglaterra, 1797-1851).

(Traducido al español por Juanjo Estrella).

jueves, 18 de enero de 2024

Mirándolas dormir: LOS NOVIOS, de Alessandro Manzoni

"El señor entró, y dando una ojeada en torno al cuarto, vio a Lucía en su rincón y quieta."

(
Fragmento del capítulo XXII)

Tomada confusamente esta decisión, acabó de vestirse de prisa, poniéndose una casaca de un corte que tenía algo de militar; cogió la pistola que había quedado sobre el lecho, y la sujetó a un lado del cinturón; al otro, otra que descolgó de un clavo de la pared; puso también en el cinto su puñal; y cogiendo de la pared una carabina casi tan famosa como él, se la colgó en bandolera; cogió el sombrero, salió de la habitación; y se dirigió antes que nada a aquélla donde había dejado a Lucía. Apoyó la carabina en un rincón junto a la puerta, y llamó, dejando al mismo tiempo oír su voz. La vieja bajó de la cama de un salto, y corrió a abrir. El señor entró, y dando una ojeada en torno al cuarto, vio a Lucía acurrucada en su rincón y quieta.

- ¿Duerme? -le preguntó en voz baja a la vieja-: ¿Ahí duerme?, ¿eran ésas mis órdenes, desgraciada?

- Yo he hecho todo lo posible -respondió aquélla-, pero no ha querido comer nada, no ha querido venir...

- Déjala dormir en paz; cuida de no molestarla; y cuando se despierte... Marta vendrá a la habitación de al lado; y tú mandarás a buscar cualquier cosa que ella pueda pedirte. Cuando se despierte... dile que yo... que el amo ha salido por poco tiempo, que volverá, y que... hará todo lo que ella quiera.

La vieja se quedó estupefacta pensando para sí: «¿será ésta alguna princesa?»

El caballero salió, recogió su carabina, mandó a Marta a hacer antesala, envió al primer bravo que encontró a hacer guardia para que nadie salvo aquella mujer pusiese el pie en la habitación; y luego salió del castillo, y emprendió el descenso corriendo.

Alessandro Manzoni (Italia, 1785-1873).

La ilustración corresponde al óleo Schlafendes Mâdchen (1868), de Johann George Meyer von Bremen.

miércoles, 17 de enero de 2024

Mirándolas dormir: EL HUÉSPED SINIESTRO y EL CASTILLO DESIERTO, de E. T. A. Hoffmann

"... a mitad de la noche, abría la puerta, entraba y durante algunos momentos clavaba su penetrante mirada en Angélica, que estaba dormida..."

El huésped siniestro

(Fragmento)

- Así, pues, me veo forzada a creer -comenzó a decir lentamente la coronela- en cosas contra las que se rebela lo más íntimo de mi ser. Pero lo que ciertamente me resultaba muy extraño era cuan presto se había olvidado Angélica de Moritz y se había vuelto hacia el conde. No se me ha escapado que continuamente se encontraba en un estado de exaltación enorme, que me tenía muy preocupada. Recuerdo que la inclinación de Angélica comenzó a manifestarse del siguiente modo: ella me decía que casi todas las noches soñaba con el conde y que eran sueños muy agradables.

- Cierto -continuó Dagoberto-, Margarita me confesó que por orden de aquél todas las noches se acercaba a Angélica y pronunciaba a su oído el nombre del conde, suave, suavemente, con voz agradable. Incluso que el mismo conde muchas veces, a mitad de la noche, abría la puerta, entraba y durante algunos momentos clavaba su penetrante mirada en Angélica, que estaba dormida, alejándose luego.

"Una fea figura de diablo acechando a una doncella dormida se repetía muchas veces."

El castillo desierto

(Fragmento)

Bajaron el féretro y cuando la tierra empezó a cubrirle, haciendo un sordo ruido, se apoderó de mí una amarga tristeza como si acabasen de meter bajo aquella tierra a mi mayor amigo.

Ya me disponía a subir la colina, en cuya cumbre estaba situado el castillo, cuando el cura se me acercó y le pregunté acerca del muerto que acababan de enterrar. Era el viejo pintor Franz Bickert, que desde hacía tres años vivía en el castillo desierto, del que había llegado a ser el castellano. Tuve deseos de ver el castillo; el sacerdote se había encargado de las llaves hasta la llegada del que presentase los poderes como actual poseedor, y entré, no sin una penosa angustia, en los amplios y vacíos salones, que en otro tiempo habían habitado alegres moradores y que ahora estaban desiertos y en un silencio mortal.

Bickert, durante los tres últimos años que pasó allí como un ermitaño, se había ocupado muy activamente en su arte. Sin la menor ayuda, ni aun para prepararle la mecánica necesaria para sus trabajos, se lanzó a pintar en estilo gótico todo el primer piso en que él ocupaba un aposento. A la primera mirada, se adivinaban ya extrañas alegorías en la fantástica composición que había hecho de los temas heterogéneos, cuyo empleo motivaban los adornos góticos. Una fea figura de diablo acechando a una doncella dormida se repetía muchas veces. Volé al aposento de Bickert. Su sillón estaba aún a dos pasos de la mesa, en la cual se veía un dibujo empezado, como si el pintor acabase en aquel momento de dejar su trabajo; del respaldo de su sillón colgaba su capote gris y un gorro también gris estaba junto al dibujo… Me parecía que iba a ver entrar al anciano con su rostro complaciente, en el cual ni los padecimientos de la muerte habían dejado huellas, dispuesto a recibir al visitante extranjero con cordial franqueza.

Ernst Theodor Amadeus Hoffmann
(Alemania, 1776-1822).

lunes, 15 de enero de 2024

Mirándolas dormir: ELEGÍAS ROMANAS, de Johann Wolfgang von Goethe


"... me roban el goce de la contemplación pura. Estas formas, qué espléndidas (...) Si así fuera dormida Ariadna..."

XIII

(Estrofas finales)

... Ella se mueve en sueños,
se da vuelta en el lecho pero deja su mano en la mía.
El amor profundo y la querencia verdadera nos unen
constantemente, no hay más cambio que los altibajos del apetito.

Oprimo su mano, veo abrirse de nuevo sus ojos
celestiales. "¡Oh no! Déjame descansar, seguir
contemplando la imagen. ¡Que sigan cerrados! Me turban
y embriagan, demasiado pronto me roban el goce
tranquilo de la contemplación pura". Estas formas,
qué espléndidas. Qué noble proporción de las piernas.
Si así fuera, dormida, Ariadna, ¿podrías abandonarla,
Teseo? Un solo beso de esos labios! ¡Oh Teseo,
ahora vete! ¡Mira sus ojos! ¡Ella despierta! Ahora
te retendrá para siempre.


Johann Wolfgang von Goethe (Alemania, 1749-1832).

(Traducido al español por José Joaquín Blanco).
La ilustración de la escultura corresponde a Ariadna dormida, de la galería Uffizi en Florencia, Italia.

domingo, 14 de enero de 2024

Mirándolas dormir: LAS AMISTADES PELIGROSAS, de Choderlos de Laclos

"Ayer, el señor Valmont se sirvió de esta llave para entrar en mi cuarto, cuando estaba yo durmiendo..."

(
Fragmento de la carta XCVII)

Cecilia Volanges a la condesa de Merteuil

Sabrá que el señor Valmont, que hasta aquí me ha entregado las cartas del señor Danceny, halló de repente mucha dificultad en eso, y quiso tener una llave de mi cuarto. Puedo asegurarle que yo no quería; pero él llegó hasta escribir a Danceny, y éste consintió; y como a mí me cuesta tanto trabajo el negarle la más ligera cosa, especialmente después de que mi ausencia le ha hecho tan desgraciado, acabé por acceder a ello. No preveía yo la desgracia que podía sucederme. Ayer, el señor Valmont se sirvió de esta llave para entrar en mi cuarto, cuando yo estaba durmiendo, y tan lejos de esperarle, que al despertar me causó mucho miedo; pero como me habló inmediatamente, lo reconocí, y no grité; además se me ocurrió, de pronto, que quizá vendría a traerme alguna carta de Danceny. Estaba él bien distante de eso. Un momento después quiso abrazarme; y mientras yo me defendía, como era natural, se manejó tan bien, que yo no hubiera querido por todas las cosas de este mundo...

Pero él quería antes un beso. Fue necesario condescender. ¿Qué había de hacer? tanto más cuanto que, tratando de tocar la campanilla, no sólo no pude, sino que él tuvo buen cuidado de decirme que si venía alguno, sabría bien echarme la culpa de todo; y, en efecto, era muy fácil, a causa de esta llave.

Después no se retiró ya. Quiso un segundo; pero éste, que no sabía yo lo que era, me turbó enteramente. Y después, era todavía peor que antes. ¡Oh! ciertamente que es una maldad. En fin, después... Usted me eximirá de contarle lo demás; pero yo soy la mujer más infeliz de mundo. Lo que más echo en cara, y lo que es necesario, sin embargo, referir a usted, es que tengo miedo de no haberme defendido tanto como podía. Le aseguro que yo no sé cómo sucedió, porque no quiero a Valmont; antes bien, lo detesto; y hubo momentos, no obstante, en que estuve como si le amase. Usted puede juzgar bien que esto no me impedía decirle siempre que no; pero yo conocía que no obraba como decía; y esto era como a pesar mío; y además, ¡yo estaba tan turbada! ¡Si es siempre tan difícil defenderse como esto, es necesario estar bien acostumbrarlo a ello!... Es verdad que Valmont tiene un modo de insinuarse, que no supe qué hacer para contestarle. En fin, ¿creerá que casi sentí que se fuese, y que tuve la debilidad de consentir en que volviese esta noche, lo que me desconsuela también más que lo restante? ¡Oh! a pesar de esto, prometo a usted que le impediré que venga. Apenas había salido, cuando conocí que había hecho muy mal en prometérselo; por esta razón he estado llorando sin cesar. ¡Danceny, en especial, es el que me causaba más pena! Todas las veces que pensaba en él, mis lágrimas se redoblaban hasta el punto de sofocarme; y pensaba siempre... y aún ahora ve usted el efecto en mi carta empapada en lágrimas. No; no me consolaré jamás, aunque no fuese más que por él... En fin, ya no podía dormir, y, por consiguiente, no pegué los ojos en toda la noche. Y esta mañana cuando me levanté y me miré al espejo, daba miedo; tan demudada estaba.

Pierre Choderlos de Laclos
(Francés fallecido en Italia, 1841-1903).

sábado, 13 de enero de 2024

Mirándolas dormir: MEMORIAS (Historia de mi vida), de Giacomo Casanova

"Por la mañana, contemplándola dormida, tomé la resolución de asociarla a mi destino."

(Fragmento del capítulo VII del segundo tomo)

Satisfecha mi curiosidad, pasé en brazos de mi amiga una noche feliz.

Por la mañana, contemplándola dormida, tomé la resolución de asociarla a mi destino, y aún pensé hacer más: asegurar nuestra unión con las formalidades de las leyes y de la religión, es decir, hacerla mi legítima esposa.

Quise sondearla, la sometí a un interrogatorio en regla, seguido del fiel relato de mi vida y de mi situación. El resultado de nuestras confidencias fue un acuerdo perfecto acerca de la conveniencia de unirnos mediante los altares antes de que transcurrieran tres días.

Giacomo Casanova
(Italiano fallecido en la entonces Bohemia, hoy República Checa, 1725-1798).

La ilustración corresponde a un detalle de La reina del amor (La reine de l'amour, 1895), de Francesco Vinea.

viernes, 12 de enero de 2024

Mirándolas dormir: ÉGLOGAS, de Garcilaso de la Vega y José Antonio Porcel

"Camila es esta que está aquí dormida; no puede ser de otra su hermosura..."

(
Fragmento de la Égloga segunda)

Albanio:
Si mi turbada vista no me miente,
paréceme que vi entre rama y rama
una ninfa llegar a aquella fuente.

Quiero llegar allá; quizá, si ella ama,
me dirá alguna cosa con que engañe
con algún falso alivio aquesta llama.

Y no se me da nada que desbañe
mi alma, si es contrario lo que creo;
que a quien no espera bien no hay mal que dañe.

¡Oh santos dioses! ¿Qué es esto que veo?
¿Es error de fantasma convertida
en forma de mi amor y mi deseo?

Camila es esta que está aquí dormida;
no puede de otra ser su hermosura;
la razón está clara y conocida;

una obra sola quiso la natura
hacer como ésta, y rompió luego apriesa
la estampa do fue hecha tal figura.

Garcilaso de la Vega 
(Español fallecido en Francia, 1491 o 1503-1536).

"Mas si la deja el sueño que fue aquel tiempo de su vida dueño, el alma vuelve a su semblante..."

(Fragmento de la Égloga primera de El Adónis)

Duda el feliz amante,
Y ve, al curioso examen de la mano,
Que del marfil se ablanda la dureza
En la parte que al tacto de la nieve
Siente absorto latir la vena leve.
Quedó inmóvil al súbito portento,
Mientras que ella cobró más movimiento,
Porque juzgase en la dudosa calma
Que se animó la Venus con el alma
Que a él faltó suspendida,
Como en callada noche mujer bella,
Dulcemente dormida,
Prestar a su quietud suele la vida,
Y en tanto que reposa,
Estatua muda es de nieve y rosa;
Mas si la deja el sueño,
Que fue aquel tiempo de su vida dueño,
El alma vuelve a su semblante, y ella,
Que la luz encontró que no tenía,
Sabe que vive, y agradece el día.

José Antonio Porcel y Salablanca
(España, 1715-1794).

jueves, 11 de enero de 2024

Mirándolas dormir: EL VERGONZO- SO EN PALACIO, de Tirso de Molina

"Yo quiero dar a entenderme como que dormida estoy."

(Fragmentos del tercer acto)

Madalena
(En vano me resisto.
Yo quiero dar a entenderme
como que dormida estoy.)

Mireno:
Don Dionís, señora, soy.
¿No me responde? ¿Si duerme?
Durmiendo está. Atrevimiento,
agora es tiempo. Llegad
a contemplar la beldad
que ofusca mi entendimiento.
Cerrados tiene los ojos.
Llegar puedo sin temor;
que, si son flechas de Amor,
no me podrán dar enojos.
¿Hizo el Autor soberano
de nuestra naturaleza
más acabada belleza?
Besarla quiero una mano.
¿Llegaré? Sí...pero no;
que es la reliquia divina
y mi humilde boca indina
de tocarla. ¿Pero yo
soy hombre y tiemblo? ¿Qué es esto?
Ánimo. ¿No duerme? Sí.

Llega y retírase.

Voy. ¿Si despierta? ¡Ay de mí,
que el peligro es manifiesto
y moriré si recuerda
hallándome de este modo!
Para no perderlo todo
bien es que esto poco pierda.

El temor el Amor venza.
Afuera quiero esperar.

(...)

Madalena:
Mucho lo deseo oír.
Acabad ya, por mi vida.

Mireno:
Es tan grande el juramento
que anima mi atrevimiento.
Vuestra excelencia dormida...
Tengo vergüenza.

Madalena:
Acabad;
que estáis, don Dionís, pesado.

Mireno:
Abiertamente ha mostrado
que me tiene voluntad.

Madalena:
¿Yo? ¿Cómo?

Mireno:
Alumbró mis celos,
y en sueños me ha prometido... 

Madalena:
¿Sí?

Mireno:
...que he de ser preferido
al conde de Vasconcelos.
Mire si en esta ocasión
son los favores pequeños.

Madalena:
Don Dionís, no creáis en sueños;
que los sueños sueños son.


Tirso de Molina (España, 1579-1648).

miércoles, 10 de enero de 2024

Mirándolas dormir: OTELO, de William Shakespeare


(Fragmento inicial del acto V, escena segunda)

Alcoba en el castillo.

Desdémona duerme. A su lado una luz. Entra Otelo en escena.

Otelo: Con razon lo hago, con razon ¡alma mia! No os lo quiero contar, cas- tas estrellas. Tampoco quiero derramar la sangre de ella, ni ajar su cútis más blanco que la nieve, y más tierno que mármol sepulcral. Y con todo eso, tengo que matarla, para que no engañe á otros hombres. Apagaré esta luz... y luego aquella. Si apago esta luz y luego me arrepiento puedo volver á encenderla, pero si te apago á tí, luz clarísima, primor y ejemplar de la naturaleza, ¿dónde hallaré el fuego de Prometeo, para volverte á dar la vida? Si arranco la flor de su tallo, ¿cómo he de restituirla su frescura y lozanía? Necesario es que se marchite. Quiero respirar por la última vez su aroma exquisito. (La besa.) ¡Oh regalado aliento de su boca, casi bastas para arrancar el hierro de la mano de la justicia! Otro beso y nada más. ¡Quédate así, cuando yo te mate: que muerta y todo te he de amar! Otro beso, el último. Nunca le hubo más delicioso ni más fatal: lloremos. Mi llanto es feroz, y mi ira es como la de Dios, que hiere donde más ama. Ahora se despierta.

Desdémona (despertando): ¿Eres tú, Otelo?

William Shakespeare (Inglaterra, 1564-1616).

La ilustración corresponde a William Bryant (Otelo) y Amy Jirsa (Desdémona),
durante la puesta en escena de la obra por Flatwater Shakespeare, en 2011.

martes, 9 de enero de 2024

Mirándolas dormir: EL CRÓTALON, de Cristóbal de Villalón

"... saltó dentro del bergantín, y como vio a Julieta durmiendo con su espada ceñida juzgóla por varón..."
 
(Fragmento del noveno o nono Canto del gallo
)*

Y sucedió aquella mañana salir la infanta Melisa, hija del rey de Inglaterra, a caza con sus monteros por la ribera del mar, y como mirando acaso vio dentro del agua el bergantín ricamente entoldado y que no parecía persona que viniese en él, mandó que saltasen de su gente y viesen quién venía allí, y luego fue avisada por los que dentro saltaron que en la plaza del bergantín estaban dos escuderos durmiendo, y que dentro en el tapete estaba el más lindo y agraciado mancebo de edad de catorce años que en el mundo se podía hallar. Y codiciosa la infanta de lo ver mandó echar la puerta en tierra y apeándose de su palafrén saltó dentro del bergantín, y como vio a Julieta durmiendo con su espada ceñida juzgóla por varón, y ansí como la vio tan linda y tan hermosa en tan conveniente edad, fue luego presa de sus amores; y aguardando a que despertase, por no la enojar, (estuvo por gran pieza contemplando su belleza y hermosura, y como despertó) la saludó con gran dulzura preguntándola por su estado y viaje. Julieta le dijo ser un caballero andante que la fortuna del mar le había echado allí, y que se tenía por (bien acertado y) venturoso si la pudiese en algo servir. Melisa ofreciéndolsele mucho para su consuelo la rogó saliese a tierra convidándola a la caza, diciendo que por aquellas partes la había mucha y muy buena de diversos animales; y ansí como reconoció Julieta el valor de la dama, y por verse en su tierra, holgó de la complacer.

Cristóbal de Villalón
(España, 1500-1558, según la Real Academia de Historia;
y 1505-1581, según la Biblioteca Nacional de España).

* Me he tomado la libertad de actualizar la ortografía del texto original
para facilitar su lectura, aunque respetando su anticuada sintaxis. 

lunes, 8 de enero de 2024

Mirándolas dormir: LA VIDA NUEVA, de Dante Alighieri

"... parecíame ver a una persona dormida, casi desnuda, sólo cubierta por un cendal..."

(
Fragmento del capítulo III)

Pensando en ella se apoderó de mí un suave sueño, en el que me sobrevino una visión maravillosa, pues parecíame ver en mi estancia una nubecilla de color de fuego, en cuyo interior percibía la figura de un varón que infundía terror a quien lo mirase, aunque mostrábase tan risueño, que era cosa extraña. Entre otras muchas palabras que no pude entender, díjome éstas, que entendí: Ego dominum tuus. Entre sus brazos parecíame ver a una persona dormida, casi desnuda, sólo cubierta por un cendal, y, mirando más atentamente, advertí que era la mujer que constituía mi bien, la que el día antes se había dignado saludarme.

Y parecióme que el varón en una de sus manos, sostenía algo que intensamente ardía, así como que pronunciaba estas palabras: Vide cor tuum. Al cabo de cierto tiempo me pareció que despertaba la durmiente y, no sin esfuerzo de ingenio, hacíale comer lo que en la mano ardía, cosa que ella se comía con escrúpulo. A no tardar, la alegría del extraño personaje se trocaba en muy amargo llanto. Y así, llorando, sujetaba más a la mujer entre sus brazos, y diríase que se remontaba hacia el cielo. Tan gran angustia me aquejó por ello que no pude mantener mi frágil sueño, el cual se interrumpió, quedando yo desvelado.

Dante Alighieri (Italia, 1265-1321).

domingo, 7 de enero de 2024

Mirándolas dormir: RUBAYIAT, de Omar Jayam (Khayyam)

"... sólo es digno de vivir quien contempla a una joven dormida..."

XLIII

(Dos versiones)

Cuando la brisa matinal entreabre las rosas y les dice
que ya las violetas desplegaron su espléndido ropaje,
sólo es digno de vivir quien contempla a una joven dormida,
coge su copa, la apura y la arroja después.

Cuando la brisa matinal entreabre las rosas y les murmura que ya las violetas desple- garon sus vestes, sólo es digno de vivir aquel que contempla dormir a una esbelta doncella, coge su cáliz, lo apura y después lo arroja.

Omar Jayam:
Omar Khayyam, Omar Ibn al-Jayyam (Persia, 1048-1131).

La ilustración corresponde a un detalle de Bella durmiente (Sleeping Beauty), óleo de William Arthur Breakspeare.

sábado, 6 de enero de 2024

Mirándolas dormir: LAS MIL Y UNA NOCHES (de la noche 930)

"¡Ojalá nunca el mundo se vea privado de tu vista y de tus perfecciones!"

(
Fragmento de la nonacentésima trigésima noche)

Y he aquí que, al cabo de una hora, el jeque bailarín dejó de bailar, se acercó a Tohfa, y besó la tierra entre sus manos, diciendo: «Lo has hecho muy bien, ¡oh la más exaltada de Oriente y de Occidente! ¡Ojalá nunca el mundo se vea privado de tu vista y de tus perfecciones! ¡Oh Tohfa! ¡oh Obra Maestra de los Corazones! ¿no me conoces?» Y exclamó ella: «¡No, por Alá, no te conozco! Pero me parece que eres un genni del país de Gennistán. ¡Alejado sea el Maligno!»

Y contestó él, sonriendo: «Verdad dices, ¡oh Tohfa! Soy el jefe de todas las tribus del Gennistán, ¡soy Eblis!»

Y Tohfa exclamó: «¡El nombre de Alá sobre mí y alrededor de mí! ¡Me refugio en Alá!»


Eblis le cogió la mano, la besó y se la llevó a los labios y a la frente, y 
dijo: «No temas nada, ¡oh Tohfa! porque desde hace mucho tiempo, eres mi protegida y la bienamada de la joven reina de los genn, Kamariya, que es en cuanto a belleza entre las hijas de los genn lo que tú misma eres entre las hijas de Adán. Sabe, en efecto, que desde hace mucho tiempo vengo con ella a visitarte todas las noches sin que tú lo sospeches y a admirarte sin que lo sepas. Porque nuestra encantadora reina Kamariya está enamorada de ti hasta la locura y no jura más que por tu nombre y por tus ojos. Y cuando viene aquí y te ve mientras estás dormida, se derrite de deseo y se muere por tu belleza.


el tiempo transcurre para ella lánguidamente, excepto por la noche cuando viene en busca tuya y disfruta de tu contemplación sin que tú la veas. Vengo, pues, a ti en calidad de mensajero a contarte sus penas y la languidez que la invade lejos de ti, y a decirte de su parte y de mi parte que, si quieres, te conduciré al Gennistán, en donde se te elevará a la categoría más alta entre los reyes de los genn. Y gobernarás nuestros corazones, como aquí gobiernas los corazones de los hijos de los hombres. Y he aquí que hoy las circunstancias se prestan maravillosamente a tu viaje. Porque vamos a celebrar las bodas de mi hija y la circuncisión de mi hijo. Y la fiesta se iluminará con tu presencia; y los genn se conmoverán con tu llegada, y te querrán todos para reina suya. Y residirás entre nosotros mientras quieras. Y si no te gusta el Gennistán y no te amoldas a nuestra vida, que es una vida de continuos festejos, aquí hago ahora juramento de traerte al sitio de donde te saque, sin insistencias ni difi- cultades».
Anónimo
(La recopilación Alf Layla, que en árabe significa mil noches, tufo lugar alrededor del año 850).

viernes, 5 de enero de 2024

Día de reyes y Mirándolas dormir: CUANDO DORMIDA TÚ, ME ECHO EN TU ALMA..., de Juan Ramón Jiménez

"... legiones de ángeles vienen por ti, de lejos -como los Reyes Magos al naciimiento eterno de nuestro amor-..."

Cuando, dormida tú, me echo en tu alma
y escucho, con mi oído
en tu pecho desnudo,
tu corazón tranquilo, me parece
que, en su latir hondo, sorprendo
el secreto del centro
del mundo. Me parece
que legiones de ángeles,
en caballos celestes
-como cuando, en la alta
noche escuchamos, sin aliento
y el oído en la tierra,
trotes distantes que no llegan nunca-,
que legiones de ángeles,
vienen por ti, de lejos
-como los Reyes Magos
al nacimiento eterno
de nuestro amor-,
vienen por ti, de lejos,
a traerme, en tu ensueño,
el secreto del centro
del cielo.

Juan Ramón Jiménez
(Español fallecido en Puerto Rico, 1881-1958). Obtuvo el premio Nobel en 1956.

jueves, 4 de enero de 2024

Día de reyes: EUGENIO ONIEGUIN, de Aleksandr Pushkin

"... la reverberación rosada de la nieve en la tardía aurora y la niebla que hay por la Epifanía..."

(
Fragmento del capítulo V)

Tatiana, alma rusa, sin saber por qué, amaba el invierno con su fría belleza, la escarcha al sol en un día glacial, los trineos, la reverberación rosada de la nieve en la tardía aurora y la niebla que hay por la Epifanía. Estas noches triunfaban en su casa a la moda antigua; las sirvientas echaban la buenaventura a sus señoritas y les predecían cada año maridos militares y campañas en las que ellos intervenían.

Tania creía en la tradición popular de la antigüedad, en la buenaventura echada en cartas, en los sueños y en lo que auguraba la luna. Le atormentaban los objetos y secretamente todos le decían algo, el presentimiento le oprimía el corazón; el gato mimoso, sentado encima de la estufa, ronroneando, se lavaba la cara con la patita; esto era para ella un infalible presagio de la llegada de los invitados. Si veía el cuerno estrecho de la luna en el lado izquierdo del cielo, temblaba y palidecía.

Cuando la estrella fugaz volaba por el cielo oscuro, para luego desvanecerse, Tania, con turbación, se daba prisa a murmurarle el deseo de su corazón antes que desapareciese. Cuando en algún sitio se encontraba con un fraile vestido de negro, o cuando una liebre le cortaba el camino en el campo, llena de dolorosos presenti- mientos, esperaba la desgracia, y por miedo no sabía qué empezar. Encontraba un placer indecible en el mismo horror, porque la Naturaleza nos creó de tal manera, que nos gustan las contradicciones.

Aleksandr Pushkin (Rusia, 1799-1837).

miércoles, 3 de enero de 2024

Año nuevo: LA PRIMERA HERIDA, de F. Scott Fitzgerald

"El día siguiente a la fiesta de Año Nuevo se puso su nuevo traje de viaje y su nuevo abrigo de pieles..."

(Fragmento)

Para Josephine fue una época difícil. Se dio cuenta de lo cerca que había estado del desastre, y, con respeto incondicional y obediencia absoluta, trató de resarcir a sus padres por los problemas que, sin querer, había causado. En un principio decidió no ir a los bailes de Navidad, pero la convenció de lo contrario su madre: esperaba que su hija se distrajera con los chicos y chicas que volvían de vacaciones a casa. La señora Perry la llevaría al Este a principios de enero, al colegio Breerly, y, comprando ropa y uniformes, madre e hija pasaron muchas horas juntas, y la señora Perry estaba en- cantada con la madurez y el nuevo sentido de la responsabilidad que demostraba Josephine.
 
Y, a decir verdad, la nueva actitud de Josephine era sincera, y sólo una vez Jose- phine hizo algo que no hubiera podido contar en público. El día siguiente a la fiesta de Año Nuevo se puso su nuevo traje de viaje y su nuevo abrigo de pieles, salió de su casa por la acostumbrada puerta trasera y se subió al coche de Ed Bement. En el centro de la ciudad dejó a Ed esperándola en una esquina y entró en la heladería que había frente a la antigua Estación de la Unión, en la calle de LaSalle. Un individuo con un rictus de infelicidad y una mirada de perplejidad y desesperación la estaba esperando.
 
Francis Scott Fitzgerald (Estados Unidos, 1896-1940).
 
(Traducido al español por Justo Navarro).

martes, 2 de enero de 2024

Año nuevo: HAIKÚ, de Yasunari Kawabata


En el cielo de Año Nuevo
mil grullas vuelan o así
me parece.

Enero de 1953

Yasunari Kawabata (Japón, 1899-1972).
Obtuvo el premio Nobel en 1968.

(Traducido al español por Amalia Sato).

lunes, 1 de enero de 2024

Año nuevo: BRINDIS (del poemario Mitología del olvido)

"... tocón de otro árbol mutilado en el bosque de las vivencias."

A medianoche se consume el día
tocón de otro árbol mutilado
en el bosque de las vivencias,
se festejan las doce campanadas:
un año menos por andar.
Amanece enero con su resaca,
despropósitos de la imaginación
ya la rutina se encargará
de recuperar los viejos hábitos.
Fuga perpetua de la vida
evanescencias del calendario,
el tiempo nunca se equivoca.
Diciembre 31 de 2011.

Jules Etienne