Regresa la primavera a Vancouver.

martes, 18 de abril de 2023

Tampico: EL CAPITÁN ROSSI, de Niceto de Zamacois


Tomo II

(Fragmento del capítulo XII: La flota española)

- Nosotros no venimos como enemigos, venimos como hermanos a tenderles una mano amiga, para que dejando sus revoluciones, vuelvan a ser felices bajo el amparo de la España.

El mexicano hizo con la cabeza una señal de asentimiento, con la cual ni contrariaba a su interlocutor, ni se exponía a decir tal vez lo que no sentía.

- ¿Y se observa -continuó Barradas- algún movimiento hostil, en la clase militar?

- Ayer se dio parte a la autoridad de Tampico, de la aparición de la flota. Pero por ahora no deben ustedes tener ningún temor, pues hay muy poca tropa por estas costas.

(Fragmento del capítulo XIII: La laguna de Chapala)

- ¿Tienes tú alguna esperanza?

- Sí.

- ¡Cómo! habla.

- Dentro de unos días debe salir don Fernando hacia Tampico, a reunirse con las tropas que se disponen a rechazar a los españoles, y entonces, una noche, con cualquier pretexto, yo haré de modo que entre usted sin que los criados adviertan la más mínima cosa.

(Fragmentos del capítulo XV: Una emboscada a la expedición)

Al brillar la luz primera del día 27 de julio, y al toque animado de diana, la entusiasta división española, se formó en tres secciones, haciendo sus evoluciones, con precisión y exactitud, fijando la dirección hacia el puerto de Tampico.

(...)

El día. por él tan deseado, brilló por fin, y la pequeña columna, después de tomar algún alimento, volvió a continuar su marcha con dirección a Tampico, dispuesta en el mismo orden del día anterior.

(...)

Después del pequeño respiro concedido a la tropa, y aplacada del todo la sed del soldado con el agua traida por la tempestad, se continuó la marcha hasta la caída del sol, haciendo igual número de leguas que el día anterior.

Pasada la noche entre un enjambre de incómodos mosquitos, el ejército emprendió su penúltima jornada hacia Tampico. El espíritu del soldado empezó a reanimarse, descubriendo a un lado, a medida que se levantaba hacia la anhelada ciudad, alguna vegetación que indicaba iba a tener fin el inmenso arenal que atravesaban.

(...)

El general español pasó de Tampico el Alto a Tampico de Tamaulipas, donde trató de formar inmediatamente un nuevo ayuntamiento, para lo cual, viendo que ningún mexicano había quedado en la ciudad, ofreció la vara de alcalde a algunos extranje- ros, únicos que no se alejaron de la población.

(...)

Tan pronto como Santa Anna, cuya actividad y arrojo le harán siempre uno de los primeros generales mexicanos, supo la ocupación de Tampico por las tropas españolas, desplegando su natural energía, e impulsado de un laudable amor patrio, hizo préstamos forzosos, reunió dos mil hombres, echó mano de todos los buques mercantes y de guerra que en Veracruz había, y embarcando en ellos su tropa, marchó a situarse cerca del enemigo.

(...)

Entretanto, la nación mexicana se puso toda en movimiento, y de todas partes corrían los jóvenes al sitio del peligro. El general mexicano son Manuel Mier y Terán, también obraba con actividad y con prudencia, al frente del enemigo, fortificando todos los puntos cercanos a Tampico, como Altamira, la hacienda del Cojo, Paso de Doña Cecilia, y algunas otras que juzgó de importancia, como en efecto lo eran.

(Fragmento del capítulo XVI: Llegar tarde)

- ¿Y piensas reunirte al ejército muy pronto?

- Mañana mismo: no he venido sino a poner a salvo todo lo que tengo, no sea que si emprendemos algún ataque contra esta población, se les antoje a los gachupines apoderarse de todo lo que encuentren para vengarse.

- ¿Y es mucha la fuerza mexicana que se está reuniendo alrededor de Tampico?

- Muchísima, y dentro de dos o tres días podremos contar con más de trece mil hombres.

- De suerte que a la expedición de Barradas se la lleva Barrabás.

- De seguro; ¿qué va a hacer con cuatro gatos enfermos de calenturas?

En aquel momento penetró en el cuarto la joven que había entrado con Rossi.

- ¿Qué hay?

Preguntó éste al verla.

- Ya están dispuestos los baúles, y los mozos esperando para llevarlos a la casa de ese amigo inglés que se ha ofrecido a servirte.

- Vamos allá -dijo Rossi guardando en los bolsillos el dinero que estaba sobre la mesa-. Los momentos son preciosos y es preciso aprovecharlos.

Poco después la puerta de la calle se abría dando paso a varios mozos cargados con baúles, tras los cuales salieron Picaluga, Rossi y la joven.

- Si alguno preguntase por nosotros -dijo el primero dirigiéndose al portero-, conteste usted que hemos salido, pero sin decir a dónde.

- Esta muy bien, señor amo.

Y el portero cerró la puerta en cuanto se alejaron.

Niceto de Zamacois
(Español fallecido en México, 1820-1885).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario