Regresa la primavera a Vancouver.

miércoles, 26 de abril de 2023

Tampico: DOS VERSIONES DE PORFIRIO DÍAZ EN TAMPICO, de Federico Gamboa y José López Portillo y Rojas

"... preguntarle al Presidente sus impresiones cuando se arrojó al mar, frente a Tampico..."

Mi diario

(Fragmento)

2 de abril de 1910.

Disuelto el desfile, suben los delegados de grupos, corporaciones, etc., a felicitar al Presidente y al Vice. En el salón frontero a la biblioteca se bebe una copa de champagne y el general González Cosío incia su brindis:

- ¡Señores, por el doble motivo...!

Yo aprovecho un buen momento para preguntarle al Presidente sus impresiones cuando se arrojó al mar, frente a Tampico: creyó perecer ante la encarnizada persecución del bote que lo salvaba: después de haberse sostenido ¡cinco días mortales! sólo bebiendo agua, no pudo pasar el pollo que  le sirivieron ya en tierra; y al encontrarse victorioso dentro de Puebla, después del asedio memorable, se imaginó que era presa de una pesadilla, amanecía...

Federico Gamboa (México, 1864-1939).

"... desde que Porfirio se embarcó en el City of Havana..."

Elevación y caída de Porfirio Díaz

(Fragmento)

Menos violento que todo eso, es dar por sentado, como ya lo dijimos, que, desde que Porfirio se embarcó en el City of Havana, estaba ya en connivencia con el capitán y el contador del barco, por gestiones de Juan de la Luz Enríquez, y que así pudo hacer la travesía con seguridad y confianza; que los oficiales lerdistas, si lo reconocieron, no pudieron tomar medida alguna en su contra para asegurarle durante el viaje, o para aprehenderle al ir a tierra en Veracruz; y que el salto al agua en Tampico y el milagro de haberse salvado de los tiburones, es obra de pura imaginación, destinada a amenizar el relato y a hacer de Porfirio un héroe sobrehumano.

La dificultad verdadera y no fantaseada, estaba en desembarcar impunemente en Veracruz.

Para mí, las cosas pasaron de la siguiente manera: Díaz, de acuerdo con el capitán y con el contador del buque, pasó en el cuarto de Coney toda la travesía, oculto, a ratos en el fondo de un sofá de cajón, como lo dice Bancroft, o en el interior de una alacena, como lo refiere Quevedo y Zubieta, o bien (y es lo más probable) simplemente, en algún amplo closet de los que suele haber en los barcos, contiguo al despacho de Coney. Allí pudo pasar cómodamente las horas de mayor trajín y movimimiento, para salir después al cuarto del amigo a charlar con éste y dormir en buena cama. Es posible que desde su escondite haya presenciado las escenas de juego de cartas que los cronistas describen: pero preparadas por Coney con los incautos lerdistas para despistarlos y es posible también, que haya oído las conversa- ciones y las invectivas de éstos contra el pretendiente.

Ya para llegar a Veracruz, se representó el segundo acto de la comedia, y Coney o Díaz, arrojaron al agua un salvavidas desde la cubierta para hacer creer que el último (de quien se sospechaba estuviese en el barco) se había arrojado a las olas. A fin de que la maniobra saliese mejor lograda, se había escogido con anticipación un salvavidas manchado con el color rojo de la herrumbre de algún fierro que hubiese estado en contacto con aquel utensilio, y Coney y el capitán, y acaso la misma tripulación, lanzaron exclamaciones bien estudiadas de espanto, diciendo que Porfirio había dado este segundo salto mortal a los dominios de Neptuno. Difundida la especie, el resto de la leyenda se formó por sí sola, pues el hallazgo del salvavidas amanchado de color sangriento cerca de la playa, juntamente con la afirmación de Coney y del capitán de que Díaz era hombre al agua, dio margen a la noticia de que el pretendiente había perecido víctima de su desesperado anhelo de escapar a su captura.

José López Portillo y Rojas (México, 1850-1923).

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