"Me destrozan los tímpanos -exclamó Carmilla con tono rabioso, tapándose los oídos con las manos-. Detesto los entierros y los funerales."
(Fragmento)
El canto continuó.
- Me destrozan los tímpanos! -exclamó Carmilla en tono rabioso, tapándose los oídos con las manos-. Detesto
los entierros y los funerales. ¡Cuántas cosas inútiles! Porque tú has de morir,
todos han de morir, y todos, después de la muerte, son mucho más felices.
¡Regresemos a casa!
- Mi padre ha ido también al cementerio. ¿Lo sabías?
- No, no
me importa. Ni siquiera sé quién es el muerto -replicó mientras sus ojos
centelleaban.- Se trata de aquella muchacha que hace unos quince días creyó haber
visto un fantasma. Desde entonces ha ido empeorando, y ayer por la mañana
falleció.
- No me hables de fantasmas: esta noche no podría dormir.
- Espero que
no haya una epidemia por estos alrededores. Existen algunos síntomas
-continué-. La mujer del pastor murió hace una semana, y también dijo que había
notado una extraña opresión en el cuello, como si alguien tratara de ahogarla.
Mi padre dice que esas alucinaciones son frecuentes en los casos de fiebres
epidémicas. La mujer se hallaba perfectamente el día anterior, pero después de
aquella noche se debilitó inesperadamente y al cabo de una semana falleció.
-
Bien, supongo que ya habrán terminado con los cantos fúnebres. Nuestros oídos
ya no se verán torturados. de nuevo. Todas estas cosas me ponen nerviosa. Siéntate
a mi lado, más cerca. Cógeme la mano. Apriétala fuerte, más fuerte...
Nos
habíamos retirado unos pasos y Carmilla se sentó en un banco. Su semblante se
había transformado de tal modo, que me asusté. Se había puesto pálida. Sus
dientes rechinaban y apretaba los labios, sacudida por un continuo escalofrío.
Todas sus energías parecían empeñadas en luchar contra aquel ataque.
Finalmente, profirió un ahogado grito y se tranquilizó paulatinamente, superada
la crisis de histerismo.
Sheridan Le Fanu (Irlanda, 1814-1873).
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