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jueves, 25 de octubre de 2018

Otoño: LA MONTAÑA DEL ALMA, de Gao Xingjian

"... en la superficie del lago ninguna ola, tan sólo reflejos, claros y brillantes, de colores tornasolados, que oscilan del rojo oscuro al púrpura..."

(Párrafo inicial del capítulo 19)

Una noche glacial, en pleno otoño. Una densa y profunda oscuridad inunda la extensión caótica primigenia, el cielo y la tierra, los árboles y las rocas se funden, la carretera es invisible, no puedes sino quedarte en el sitio sin poder mover los pies, el busto inclinado hacia delante, los brazos extendidos para tantear en esta noche negra, oyes moverse algo, pero no es el viento, es la oscuridad en la que no hay ni arriba ni abajo, ni izquierda ni derecha, ni lejos ni cerca, ni ningún orden determinado, te fundes totalmente con este caos, únicamente sabes que tu cuerpo posee un contorno, pero incluso este contorno se difumina poco a poco en tus pensamientos, un resplandor asciende en tu interior, como el brillo solitario de una vela en la oscuridad, su llama desprende luz pero no calor, una luz glacial que llena tu cuerpo, desborda sus contornos, esos contornos que conservas en el pensamiento, tus dos brazos se estrechan para preservar este fuego, esta conciencia glacial y transparente, tienes necesidad de esta sensación, te esfuerzas por protegerla, delante de ti aparece la superficie tranquila del lago y, en la orilla opuesta, se alzan unos bosquecillos de árboles, unos árboles que han perdido sus hojas y otros no despojados todavía del todo de ellas, de esbeltos álamos de los que cuelgan aún algunas hojas amarillas, de azufaifos de un negro metálico en los que sólo una o dos hojas de un amarillo pálido tiemblan al viento, de sebos de China de un color púrpura, frondosos unos, ralos otros, semejantes a unos cendales de niebla, en la superficie del lago ninguna ola, tan sólo reflejos, claros y brillantes, de colores tornasolados, que oscilan del rojo oscuro al púrpura, pasando por el anaranjado, el amarillo pastel, el verde oscuro, el pardo ceniciento, el blanco lunar, en diferentes niveles, reflexionas intensamente y luego de súbito los colores desaparecen para fundirse en innumerables matices de gris, de negro y de blanco de distintas tonalidades, como una vieja foto en blanco y negro, de la que sólo las figuras permanecieran nítidas, mejor sería decir que en vez de en la tierra estás en otro espacio, conteniendo el aliento observas la imagen de tu propio cuerpo, todo está sumido en una gran calma, una calma tal que resulta inquietante, y tienes la impresión de que se trata de un sueño, que no hay que inquietarse, pero no puedes evitar hacerlo, justamente porque la calma es demasiado perfecta, una calma excepcional.

Gao Xingjian (Chino nacionalizado francés, 1940).
Obtuvo el premio Nobel en 2000.

(Traducido al español por Liao Yanping y José Ramón Monreal).

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