"Eran casi las once y media; todavía quedaba tiempo hasta que almorzaran en casa de la señora Steinbach."
(Fragmento de El regreso del Juez)
Cuando estuvo en la calle sacó el reloj.
Eran
casi las once y media; todavía quedaba tiempo hasta que almorzaran en casa de
la señora Steinbach. Un poco lejos estaba de la calle de la Catedral, pero
podía ir allí un rato… Y recordó el jardincito familiar, resplandeciendo bajo
el sol de otoño. Se puso vivamente en camino, sonriendo feliz ante la idea de
volver a ver a su amiga. Y cuanto más tardaba en llegar, más le espoleaba el
deseo. Sin embargo, se detuvo ante la puerta del jardín.
«Posiblemente
tampoco esté en casa, pues, cuando empieza uno a fallar, se extiende el mal
como una epidemia».
¡Qué
milagro! Sí que estaba. Un grito de alegría resonó allí arriba, en la ventana
y, llena de contento, le salió al encuentro escaleras abajo. Poco faltó para
que se abrazaran. Se cogieron de las manos.
-
¿Pero es usted, de verdad? ¡Siéntese y cuénteme! Ante todo ¿cómo va? ¿Cómo iba
yo a suponer…? Sonrió ella de gusto.
-
En la voz le reconozco, sobre todo; así, pues, hable, diga lo que quiera,
cualquier cosa. ¡Sólo quiero oír su voz para estar completamente segura de que
está usted vivo y que todo esto no es un hermoso cuento de hadas. Pues, junto a
usted, señor mío, la fantasía y la realidad se entremezclan y no me extrañaría
nada verle desaparecer de repente ante mis ojos!
Carl Spitteler (Suiza, 1945-1924). Obtuvo el premio Nobel en 1919.
(Traducido al español por Miguel Chamorro).
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