Es bien sabido que cuando los conquistadores españoles vieron por primera vez la capital del imperio azteca, de inmediato establecieron comparaciones con Venecia de donde surgió la expresión que da su título al presente texto. Fray Bernardino de Sahagún en su Historia de las cosas de la Nueva España, la describía de la siguiente manera:
"En
lo que toca a la antigüedad de esta gente tiénese por averiguado que ha más de
dos mil años que habitan en esta tierra que ahora se llama la Nueva España:
porque por sus pinturas antiguas hay noticia que aquella famosa ciudad que se
llamó Tula ha ya mil años o muy cerca de ellos que fue destruida, y antes que
se edificase, los que la edificaron estuvieron muchos poblados en Tulantzinco,
donde dejaron muchos edificios muy notables; pues en lo que allí estuvieron y
en lo que tardaron en edificar la ciudad de Tula, y en lo que duró en su
prosperidad antes que fuese destruida, es cónsono a verdad que pasaron más de
mil años, de lo cual resulta que por lo menos quinientos años antes de la
Encarnación de nuestro Redentor esta tierra era poblada. Esta célebre y gran
ciudad de Tula, muy rica y decente, muy sabia y muy esforzada, tuvo la adversa
fortuna de Troya. Los chololtecas, que son los que de ella se escaparon, han
tenido la sucesión de los romanos, y como los romanos edificaron el Capitolio
para su fortaleza, así los cholulanos edificaron a mano aquel promontorio que
está junto a Cholula, que es como una sierra o un gran monte, y está todo lleno
de minas o cuevas por de dentro. Muchos años después los mexicanos edificaron
la ciudad de México, que es otra Venecia, y ellos en saber y en policía son
otros venecianos. Los tlaxcaltecas parecen haber sucedido en la fortuna de los
cartagineses. Hay grandes señales de las antiguallas de estas gentes, como hoy
día parece en Tula y en Tulantzinco, y en un edificio llamado Xochicalco, que
está en los términos de, Quauhnahuac; y casi en toda esta tierra hay señales y
rastro de edificios y alhajas antiquísimos."
En el siglo XVI,
el italiano Porracci Tommasso, fue todavía más lejos al calificarla como "Otra Venecia en el mundo, fundada por Dios... con su
santísima mano, donde otras son fundadas por los hombres". Pasando
por alto, claro está, que sus habitantes todavía eran paganos y la labor de los
misioneros católicos era inducirlos en el monoteísmo cristiano para
facilitar la conquista.
Más tarde, en 1613, Miguel de Cervantes
escribiría en El licenciado
Vidriera que: "Desde
allí, embarcándose en Ancona, fue a Venecia, ciudad que, a no haber nacido
Colón en el mundo, no tuviera en él semejante: merced al cielo y al gran
Hernando Cortés, que conquistó la gran Méjico, para que la gran Venecia tuviese
en alguna manera quien se le opusiese. Estas dos famosas ciudades se parecen en
las calles, que son todas de agua: la de Europa, admiración del mundo antiguo;
la de América, espanto del mundo nuevo."
Apenas unos cuantos años
después, en 1638, Lope de Vega también estableció su propia alusión al
respecto en la obra teatral El
piadoso veneciano:
Méjico y Venecia son,
Dos ciudades celebradas
Porque sobre el mar fundadas
Con notable perfecion (sic),
Son ciudades y son naves...
Son ciudades y son naves...
Venecia sigue flotando, como un pez, diría Tiziano Scarpa. En tanto que la
antigua Tenochtitlan se transformó en la actual ciudad de México y
cubrió bajo tierra sus canales -con la excepción de Xochimilco-, como si se
avergonzara de ellos.
Jules Etienne
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