Corbineli, Grangier y Paquier.
Corbineli: ¡No es sólo maliciosa, está furiosa! ¡Ay! Todo está perdido, vuestro hijo ha muerto.
Granger: ¡Mi hijo ha muerto! ¿Estás delirando?
Corbineli: No, hablo en serio: vuestro hijo, en verdad, no ha muerto, pero ha caído en manos de los turcos.
Granger: ¿En manos de los turcos? Sujétame, me muero.
Corbineli: Apenas habíamos entrado en el barco para pasar de la puerta de Neslé al muelle de la Escuela...
Granger: ¿Y qué ibas a hacer en la Escuela, borrico?
Corbineli: Mi señor se acordó de la petición que le habíais hecho, de comprar alguna bagatela que fuera poco habitual en Venecia, y de poco valor en París, para regalársela a su tío. Había pensado que podía llevarle una docena de vasijas, que no son muy caras y en toda Europa no se encuentran tan bonitas como las de esta ciudad. Por eso fuimos hacia la Escuela, para comprarlas. Pero apenas nos alejamos de la costa, fuimos apresados por una galera turca.
Granger: ¡Ay! Por el cuerno retorcido de Tritón, el dios marino, ¿quién ha oído decir jamás que el mar llegara a Saint-Cloud, o que ahí hubiera galeras, piratas o escollos?
Corbineli: Por ello la cosa es todavía más extraordinaria. Aunque nadie los haya visto jamás en Francia, ¿quién sabe si no han venido desde Constantinopla hasta aquí, entre dos aguas?
Paquier: En efecto, los topinambures, que viven cuatrocientas o quinientas leguas más allá, antaño llegaron a París. E incluso el otro día los polacos raptaron a la princesa María, en pleno día, en el Hotel de Nevers, sin que nadie osara ni moverse.
Corbineli: Pero no se conformaron con eso, han querido apuñalar a vuestro hijo...
Paquier: ¿Cómo? ¿Sin confesión?
Corbineli: Si no se paga un rescate.
Granger: ¡Ah, miserables! Quieren meter miedo en su joven corazón.
Paquier: En efecto, los turcos no se guardan de tocar el dinero de los cristianos porque tenga una cruz.
Corbineli: Mi señor no podía decir otra cosa más que: "Ve a ver a mi padre y dile..." Con las lágrimas que casi ahogaban sus palabras, me explicó bien que nunca os había sabido decir la ternura que siente por vos...
Granger: ¿Qué diablos hacíais en la galera de un turco? ¡De un turco!
Corbineli: Esos despreciables despiadados no me querían dejar en libertad para venir a veros, si no me hubiera puesto de rodillas ante el más importante de ellos. "¡Ay!, Señor turco", le dije "permitidme que vaya a avisar a su padre, quien os enviará al momento el rescate que pedís".
Granger: No debiste hablar de rescate, se burlarán de ti.
Corbineli: Al contrario. Al oír esta palabra su cara se serenó un poco: "Ve", me dijo "pero si no estás de regreso dentro de un momento, iré a apresar a tu señor en su Colegio y os colgaré a los tres en los mástiles de nuestra nave." Tenía tanto miedo de oír algo aún más enojoso, o de que el diablo viniera a llevarme si me quedaba en compañía de esos excomulgados, que me metí rápidamente en un esquife para avisaros de las funestas particularidades de este encuentro.
Granger: ¿Qué diablos hace en la galera de un turco?
Paquier. ¿Es que no se ha confesado desde hace diez años?
Granger: ¿Pero tú crees que está decidido a ir a Venecia?
Corbineli: No anhela otra cosa.
Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac (Francia, 1619-1655).
(Traducido al español por Montserrat Nofre Alaíz).
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