(Fragmento del capítulo VI)
Si iba a fingir que aceptaba la propuesta del Consejo, sería la cosa más fácil del mundo inducir la destrucción de aquellos que deseaba destruir, en lugar de provocar la ruina de aquellos a quienes las autoridades tenían en mente, ¡y que sin duda se contaban entre los mejores habitantes de Venecia! ¡Monstruoso! Porque ellos eran los enemigos de este infame gobierno, porque tenían reputación de heréticos, ¿iban a languidecer en las mismas celdas en las que él había languidecido hacía veinticinco años o iban a perecer bajo el hacha del verdugo?
Detestaba al gobierno cien veces más que antes y con buena razón. Había sido un hereje toda su vida; era un hereje ahora, más allá de cualquier sincera convicción. Qué extraña comedia había estado interpretando a últimas fechas -simplemente del tedio y disgusto. ¿Creer él en Dios? ¿Qué clase de Dios era aquel que sólo se nos mostraba favorable a los jóvenes y dejaba a los viejos en la estacada? ¿Un Dios que, cuando le placía, se transformaba en diablo, y volvía la riqueza en pobreza, la desgracia en felicidad y el placer en desesperación? Te diviertes con nosotros. ¿Y tenemos que rezarte? Dudar de ti es el único medio que nos queda para no blasfemar de ti! ¡No existas! Porque, si existes, tendré que maldecirte!
Detestaba al gobierno cien veces más que antes y con buena razón. Había sido un hereje toda su vida; era un hereje ahora, más allá de cualquier sincera convicción. Qué extraña comedia había estado interpretando a últimas fechas -simplemente del tedio y disgusto. ¿Creer él en Dios? ¿Qué clase de Dios era aquel que sólo se nos mostraba favorable a los jóvenes y dejaba a los viejos en la estacada? ¿Un Dios que, cuando le placía, se transformaba en diablo, y volvía la riqueza en pobreza, la desgracia en felicidad y el placer en desesperación? Te diviertes con nosotros. ¿Y tenemos que rezarte? Dudar de ti es el único medio que nos queda para no blasfemar de ti! ¡No existas! Porque, si existes, tendré que maldecirte!
Arthur Schnitzler (Austria, 1862-1931).
La ilustración corresponde a una vista parcial de los frescos que decoran
la sala del Consejo de los diez, en el Palacio Ducal de Venecia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario