Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

lunes, 11 de diciembre de 2023

Tres escritoras y el solsticio de invierno


El día más breve del año en el hemisferio boreal ha sido mucho menos favorecido por la literatura que su contraparte, el solsticio de verano. Sin embargo, también se le han dedicado algunas páginas en una cantidad respetable de obras que corresponden a una gran diversidad de géneros. Es en la poesía donde se le refiere con mayor asiduidad. En esta ocasión me referiré a tres piezas narrativas, todas escritas por mujeres.

La alemana Rosamunde Pilcher, en su novela Solsticio de invierno, propone entre sus diálogos la posibilidad de que Jesucristo no hubiese nacido en la fecha en que celebramos la navidad. El personaje de Lucy le dice a Oscar: "No me gustaría celebrar mi cumpleaños en pleno invierno. No me gustaría haber nacido el día de navidad". Lo que da pie para que éste le exponga sus razones por las que duda de la verosimilitud de esa fecha: "... creo que Jesús no nació en invierno. Probablemente nació en primavera." Luego de explicar algunos aspectos relacionados con la actividad de los pastores y el clima, concluye:

"Creo que los primeros cristianos eran gente muy astuta, y simplemente adaptaron lo que les habían dejado los habitantes paganos de los países que convertían. Siempre se había celebrado del solsticio de invierno, el día más corto del año. Supongo que, para animarse, esos pueblos precristianos organizaban una fiesta, encendían hogueras, se divertían, arrancaban muérdago, preparaban tartas -Oscar sonrió-. Se emborrachaban, se abandonaban a prácticas lujuriosas."

Por su parte, Joyce Carol Oates, en su novela titulada precisamente Solsticio, describe esa fecha en que concluye el otoño:

"... una escena de invierno -cuando comienza- colores pálidos de la tierra mezclados con el molde levemente manchado de la nieve -árboles que no se distinguen por su belleza, y casi sin hojas..."

Por último, un párrafo de Laura Gallego -una autora española especializada en literatura fantástica y juvenil-, con el que comienza Donde los árboles cantan:

"Todos los años, la víspera del solsticio de invierno, el rey reunía a sus nobles en el castillo de Normont para conmemorar el aniversario de su coronación. Había sido así desde que se tenía memoria.

Todos los reyes de Nortia habían ascendido al trono en el solsticio de invierno, incluso si sus predecesores fallecían en cual­quier otro momento del año. Por ello, con el tiempo, la celebración se había vuelto cada vez más festiva y menos solemne. Había justas durante el día, y un gran banquete con música y danza por la noche. Los barones del rey acu­dían con sus familias y sirvientes, por lo que, durante un par de jornadas, el castillo era un auténtico hervidero de gente."

Jules Etienne

domingo, 10 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: LA OSCURIDAD, de Ignacio Ferrando


(Fragmento)

Con la muerte de Liv, ha llegado el solsticio, y con el solsticio, una oscuridad que no es oscuridad, sino una noche inacabada, parcial, que tiñe el perfil de las casas de un azul hojaldrado. Los balancines del parque Vesteberg, las canastas de baloncesto, incluso los neones de la lavandería de Laa Ingham parecen velados, irreales, como vistos a través de una película de celuloide envejecido. Por Dramsvein bajan dos trabajadores cabizbajos, presurosos. Llevan gorros tipo chapska, gruesas pellizas que casi arrastran por la nieve. Liv ha muerto, pero todo sigue obscenamente igual, la serrería, el patio iluminado. Lo más indignante es esa indiferencia de todo y de todos, los horarios que siguen su curso, las rutinas que sin vacilar ya se han olvidado de ella o que nunca la tuvieron en cuenta. Miro el termómetro. La temperatura es de veinte grados bajo cero. No hay ventisca. Se escucha con claridad el crujido de los tejados, de los canalones macizados por el hielo. Dentro los radiadores desprenden un calor humano, tumefacto, casi asfixiante. Un accidente, oigo que dicen unos; morir así, dicen otros. La función comienza o termina, no se sabe.
 
Ignacio Ferrando (España, 1972).

sábado, 9 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: CANTO LII, de Ezra Pound

"Cortad los árboles en el solsticio..."

(Fragmento)

El primer mes del invierno es ahora
el sol en la cola de Escorpio
al alba en Hidra, el hielo empieza
el faisán se zambulle en el Howai (el agua grande) y se convierte en una ostra
el arcoiris está escondido por algún tiempo.
El Hijo del Cielo se alimenta de cerdo asado y mijo,
gris acero son los corceles.
Este mes el invierno gobierna.
El sol está en el hombro del arquero
en la cabeza del cuervo al alba
el hielo se engruesa. La tierra se raja. Y los tigres ahora andan en celo.
Cortad los árboles en el solsticio y varas de flechas de bambú.
Tercer mes, patos silvestres van al norte, la urraca empieza a edificar.
El faisán alza el grito al Espíritu de las Montañas la temporada de la pesca se abre,
ríos y lagos profundamente helados
poned ahora hielo en vuestras hieleras,
el gran concierto de los vientos
llama a las cosas por sus nombres. El buen soberano por la distribución
El mal rey es conocido por sus impuestos.
 
Ezra Pound (Estados Unidos, 1875-1972).

viernes, 8 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: EL SIGLO MALDITO, de Geoffrey Parker

"... una imaginería del Viejo Testamento mediante la que se sugería que Moscú se había convertido en la Nueva Jerusalén..."

(Fragmento del capítulo 6)

Fueron otros acontecimientos ajenos a lo religioso los que socavaron este consenso y permitieron a Morozov salirse con la suya.
 
En 1652 Alejo nombró al devoto monje Nikon patriarca de Moscú, animándolo a acometer una exhaustiva campaña en favor de una reforma de la Iglesia. Por una parte, Nikon se propuso mejorar el comportamiento de los laicos: no se podía fumar ni jurar, trabajar los domingos, participar en prácticas «paganas» (como celebrar el solsticio de invierno o los carnavales durante la Cuaresma) y limitó la venta de bebidas alcohólicas (a una tienda en cada municipio y una botella por cliente cada vez, prohibiendo la venta en domingos, vacaciones y Cuaresma). Por otra, Nikon también trató de elevar los niveles de exigencia al clero (censurando a los sacerdotes borrachos, exigiendo que los oficios sagrados fueran cantados a un volumen audible) y de demostrar que la Iglesia rusa era la verdadera heredera de la Iglesia de los Apóstoles. Con este fin introdujo prácticas litúrgicas de las comunidades ortodoxas griegas, recogió y desfiguró todos los íconos pintados al estilo occidental, y patrocinó una imaginería del Viejo Testamento mediante la que se sugería que Moscú se había convertido en la Nueva Jerusalén, una arrogante aspiración que quedó claramente plasmada en el vasto complejo monástico que hizo construir al oeste mismo de Moscú, en el que incluyó secciones dedicadas al río Jordán, al Gólgota, a Nazaret y, en el centro, una catedral construida a imagen y semejanza del Santo Sepulcro. En su primera visita, el zar Alejo bautizó el complejo como «Nueva Jerusalén» (nombre por el que todavía se conoce).
 
Geoffrey Parker (Inglaterra, 1943).
 
La ilustración corresponde a los íconos en la catedral de la Asunción de Moscú.

domingo, 3 de diciembre de 2023

Diciembre: CANCIÓN MENOR, de Federico García Lorca

"... con tristeza de Cyrano y de Quijote redentor de imposibles infinitos con el ritmo del reloj."

Diciembre de 1918
 (Granada)

Tienen gotas de rocío
las alas del ruiseñor,
gotas claras de la luna
cuajadas por su ilusión.

Tiene el mármol de la fuente
el beso del surtidor,
sueño de estrellas humildes.

Las niñas de los jardines
me dicen todas adiós
cuando paso. Las campanas
también me dicen adiós.
Y los árboles se besan
en el crepúsculo. Yo
voy llorando por la calle,
grotesco y sin solución,
con tristeza de Cyrano
y de Quijote,
redentor
de imposibles infinitos
con el ritmo del reloj.
Y veo secarse los lirios
al contacto de mi voz
manchada de luz sangrienta,
y en mi lírica canción
llevo galas de payaso
empolvado. El amor
bello y lindo se ha escondido
bajo una araña. El sol
como otra araña me oculta
con sus patas de oro. No
conseguiré mi ventura,
pues soy como el mismo Amor,
cuyas flechas son de llanto,
y el carcaj el corazón.

Daré todo a los demás
y lloraré mi pasión
como niño abandonado
en cuento que se borró.


Federico García Lorca (España, 1898-1936).

viernes, 1 de diciembre de 2023

Diciembre: CANCIÓN 19 HORAS, de Luis García Montero

"Hay ciudades que son fotografías nocturnas de ciudades. Yo quiero ser diciembre."

¿Quién habla del amor? Yo tengo frío
y quiero ser diciembre.

Quiero llegar a un bosque apenas sensitivo,
hasta la maquinaria del corazón sin saldo.
Yo quiero ser diciembre.

Dormir
en la noche sin vida,
en la vida sin sueños,
en los tranquilizados sueños que desembocan
al río del olvido.

Hay ciudades que son fotografías
nocturnas de ciudades.
Yo quiero ser diciembre.

Para vivir al norte de un amor sucedido,
bajo el beso sin labios de hace ya mucho tiempo,
yo quiero ser diciembre.

Como el cadáver blanco de los ríos,
como los minerales del invierno,
yo quiero ser diciembre.


Luis García Montero (España, 1958).

La ilustración corresponde al reloj de vapor en Gastown (Vancouver, Canadá). 

martes, 28 de noviembre de 2023

Eclipse solar: LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO, de Mario Vargas Llosa

"Un eclipse sumiría al mundo en tinieblas tan absolutas que todo debería hacerse al tacto, como entre ciegos..."

IV

(Fragmento inicial)

Cuando Lelis Piedades, el abogado del Barón de Cañabrava, ofició al Juzgado de Salvador que la hacienda de Canudos había sido invadida por maleantes, el Consejero llevaba allá tres meses. Por los sertones había corrido la noticia de que en ese sitio cercado de montes pedregosos, llamado Canudos por las cachimbas de canutos que fumaban antaño los lugareños, había echado raíces el santo que peregrinó a lo largo y a lo ancho del mundo por un cuarto de siglo. El lugar era conocido por los vaqueros, pues los ganados solían pernoctar a las orillas del Vassa Barris. En las semanas y meses siguientes se vio a grupos de curiosos, de pecadores, de enfermos, de vagos, de huidos que, por el Norte, el Sur, el Este y el Oeste se dirigían a Canudos con el presentimiento o la esperanza de que allí encontrarían perdón, refugio, salud, felicidad.
 
A la mañana siguiente de llegar, el Consejero empezó a construir un Templo que, dijo, sería todo de piedra, con dos torres muy altas, y consagrado al Buen Jesús. Decidió que se elevara frente a la vieja Iglesia de San Antonio, capilla de la hacienda. «Que levanten las manos los ricos», decía, predicando a la luz de una fogata, en la incipiente aldea. «Yo las levanto. Porque soy hijo de Dios, que me ha dado un alma inmortal, que puede merecer el cielo, la verdadera riqueza. Yo las levanto porque el Padre me ha hecho pobre en esta vida para ser rico en la otra. ¡Que levanten las manos los ricos!» En las sombras chisporroteantes emergía entonces, de entre los harapos y los cueros y las raídas blusas de algodón, un bosque de brazos. Rezaban antes y después de los consejos y hacían procesiones entre las viviendas a medio hacer y los refugios de trapos y tablas donde dormían, y en la noche sertanera se los oía vitorear a la Virgen y al Buen Jesús y dar mueras al Can y al Anticristo. Un hombre de Mirandela, que preparaba fuegos artificiales en las ferias —Antonio el Fogueteiro — fue uno de los primeros romeros y, desde entonces, en las procesiones de Canudos se quemaron castillos y reventaron cohetes.
 
El Consejero dirigía los trabajos del Templo, asesorado por un maestro albañil que lo había ayudado a restaurar muchas capillas y a construir desde sus cimientos la Iglesia del Buen Jesús, en Crisópolis, y designaba a los penitentes que irían a picar piedras, cernir arena o recoger maderas. Al atardecer, después de una cena frugal —si no estaba ayunando — que consistía en un mendrugo de pan, alguna fruta, un bocado de farinha y unos sorbos de agua, el Consejero daba la bienvenida a los recién llegados, exhortaba a los otros a ser hospitalarios, y luego del Credo, el Padrenuestro y los Avemarías, su voz elocuente les predicaba la austeridad, la mortificación, la abstinencia, y los hacía partícipes de visiones que se parecían a los cuentos de los troveros. El fin estaba cerca, se podía divisar como Canudos desde el Alto de Favela. La República seguiría mandando hordas con uniformes y fusiles para tratar de prenderlo, a fin de impedir que hablara a los necesitados, pero, por más sangre que hiciera correr, el Perro no mordería a Jesús.
 
Habría un diluvio, luego un terremoto. Un eclipse sumiría al mundo en tinieblas tan absolutas que todo debería hacerse al tacto, como entre ciegos, mientras a lo lejos retumbaba la batalla. Millares morirían de pánico. Pero, al despejarse las brumas, un amanecer diáfano, las mujeres y los hombres verían a su alrededor, en las lomas y montes de Canudos, al Ejército de Don Sebastián. El gran Rey habría derrotado a las carnadas del Can, limpiado el mundo para el Señor. Ellos verían a Don Sebastián, con su relampagueante armadura y su espada; verían su rostro bondadoso, adolescente, les sonreía desde lo alto de su cabalgadura enjaezada de oro y diamantes, y lo verían alejarse, cumplida su misión redentora, para regresar con su Ejército al fondo del mar.
 
Los curtidores, los aparceros, los curanderos, los mercachifles, las lavanderas, las comadronas y las mendigas que habían llegado hasta Canudos después de muchos días y noches de viaje, con sus bienes en un carromato o en el lomo de un asno, y que estaban ahora allí, agazapados en la sombra, escuchando y queriendo creer, sentían humedecérseles los ojos. Rezaban y cantaban con la misma convicción que los antiguos peregrinos; los que no sabían aprendían de prisa los rezos, los cantos, las verdades. Antonio Vilanova, el comerciante de Canudos, era uno de los más ansiosos por saber; en las noches, daba largos paseos por las orillas del río o de los recientes sembríos con Antonio el Beatito, quien, pacientemente, le explicaba los mandamientos y las prohibiciones de la religión que él, luego, enseñaba a su hermano Honorio, su mujer Antonia, su cuñada Asunción y los hijos de las dos parejas.
 
Mario Vargas Llosa (Perú, 1936). Obtuvo el premio Nobel en 2010.

domingo, 26 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL LIBRO NEGRO, de Orhan Pamuk

"... su rebaño de ovejas, que había vuelto por sí solo a la aldea debido a un eclipse en medio del día..."

(Fragmento del capítulo 15: Historias de amor en una noche de nieve)

Estaba claro que se trataba del típico jubilado que quiere hacer algo útil en su tiempo libre, interesado por nuevas amistades y que conoce bien Estambul. Una vez hubo terminado con los luchadores tracios, el viejo anunció que había llegado el momento de la verdadera historia y comenzó su relato:
 
En realidad se trataba más de un dilema que de una historia: un anciano pastor encerró en el redil su rebaño de ovejas, que había vuelto por sí solo a la aldea debido a un eclipse en medio del día, sorprendió a su querida mujer en Ia cama con un amante y, tras un momento de duda, los mató a ambos con el primer cuchillo que cogió. Después de entregarse, en su defensa ante el juez afirmó que no había matado a su esposa y a su amante, sino a una mujer desconocida que estaba en su cama con su querido; la lógica que seguía el pastor era tremendamente simple: teniendo en cuenta que resultaba imposible que «la mujer» con la que había vivido enamorado desde hacía años, en la que había confiado y a la que tan bien conocía, le hiciera aquello a «él», tanto «él» como «la mujer de la cama» eran en realidad otras personas. El pastor creyó de inmediato en aquella sorprendente sustitución corroborada además por la señal sobrenatural que le había proporcionado el Sol. Por supuesto estaba dispuesto a sufrir la pena correspondiente al crimen de aquella otra persona que recordaba que le había poseído por un instante, pero quería que tanto la mujer como el hombre que había matado en la cama fueran considerados dos ladrones que habían entrado en su casa para aprovecharse impúdicamente de la comodidad de su lecho. Después de cumplir su condena, fuera la que fuese, se echaría a los caminos para buscar a su esposa, a la que no veía desde el día del eclipse y, después de encontrarla, comenzaría a buscar si propia personalidad perdida, quizá con ayuda de su mujer. ¿Cuál fue el castigo que el juez impuso al pastor?
 
Mientras escuchaba las respuestas que los de la mesa le daban a la pregunta del anciano coronel, Galip pensaba que había leído o escuchado aquella historia en otro lugar, pero era incapaz de recordar en cuál. Por un momento, mientras observaba una de las fotografías que el fotógrafo había traído y repartía entre los componentes de la mesa, creyó que iba a descubrir de dónde recordaba la historia y al hombre pero, en ese momento le pareció que podría decir de repente quién era ese hombre y, como en la historia del fotógrafo, así descifrar el misterio de una de aquellas caras cuyo significado era tan difícil de interpretar. Cuando le llegó el turno a Galip opinó que el juez perdonaría al pastor y en ese instante sintió que había resuelto el secreto del significado del rostro del militar jubilado: era como si cuando comenzó a contar su historia fuera una persona y al terminarla fuera otra. ¿Qué le había ocurrido mientras narraba la historia? ¿Qué era lo que le había cambiado mientras narraba la historia?

Orhan Pamuk (Turquía, 1952).
Obtuvo el premio Nobel en 2006.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Eclipse solar: URANIA, de Jean-Marie Gustave Le Clézio

"... en Oklahoma, a menudo el cielo está bajo. Allá no se puede leer todas las noches las estrellas, los cúmulos pálidos, los soles en eclipse..."

(Fragmento de Anthony Martin, el consejero)

Entonces me volví, me fui a lo alto del pueblo, para esconder mi cólera y mi emoción. Ahora, ya no puedo hablar, ya no quiero decidir. Soy demasiado viejo, mi corazón está enfermo, mi alma también. Quiero volverme un vejete inútil al que se va a mendigar por las rutas titubeando, con un palo de escoba en la mano a modo de bordón.
 
Ya echo de menos el cielo de Campos. En mi país, en Oklahoma, a menudo el cielo está bajo. Allá no se puede leer todas las noches las estrellas, los cúmulos pálidos, los soles en eclipse, los gigantes lejanos en su halo rojo, todas esas figuras con las que he vivido, el Arado, el ojo de la osa Dubhe, su cola, su flanco, la gacela Talitha a la que caza y hace volar el polvo brillante con cada uno de sus saltos, y ése es el nombre que yo le había dado a Hoatu cuando ella llegó, debido a su manera de correr con los pies desnudos entre las rocas de la montaña, y Cristian siempre detrás de ella porque estaba enamorado. ¿Ellos se acordarán tal vez de todo eso por amor a mí?
 
Altais, la serpiente enroscada, su ojo Rastaban. Y Thuban que fue el centro del universo antes que la estrella polar, hace diez mil años.
 
¿Qué queda del país donde yo nací? ¿Alguien me espera allá? Me fui hace mucho tiempo, todos aquellos que conocí se han muerto, o bien me han olvidado.
 
 
J. M. G. Le Clézio: Jean Marie Gustave Le Clézio (Francia, 1940).
Obtuvo el premio Nobel en 2008.

viernes, 24 de noviembre de 2023

Eclipse solar: OBSESIÓN (Avaricia)*, de Elfriede Jelinek

"... el estanque, que se traga el sol como si en él hubiese de forma perpetua un eclipse solar..."

(Fragmento del capítulo 2)

Bajan sus miradas hacia el estanque, que se traga el sol como si en él hubiese de forma perpetua un eclipse solar, y la superficie oscura les parece una nocturna carretera comarcal en la que se producen encuentros. Otros prefieren no encontrarse a nadie. Lo entiendo, yo estaría más bien en ese grupo. Bien, ésos ya se han marchado, pues ya no los veo. El agua está tan fría, que uno la podría sacar del lecho chorreando y volvería a echarla allí de inmediato nada más al ver con detalle lo que ha pescado. Esta agua no caería jamás a la superficie terrestre en forma de precipitación, antes se precipitaría sobre alguien hasta matarlo, alguien que estuviera esperando una mejora del tiempo desde hace por lo menos una semana. El frío, al fin y al cabo, baja en una forma extraña, amorfa. Si el agua fuera hábil, huiría por su propio pie montaña arriba. Todo esto no es tan profundo, pero las plantas trepadoras y la carroña le arrastrarían a uno hasta ese fondo, que prefiero no imaginarme. Aquello debe de ser indescriptiblemente fangoso, oscuro, helado, desolador, por decirlo de algún modo, un lugar donde las aguas yacen sin sentido, pero sin embargo incesantes, con una parte de su memoria sin regular por la convención alpina, que invita a las sustancias contaminantes a que, por favor, no se dejen descargar aquí, y con la otra parte al acecho, probablemente acechando su propio terrible despertar. Ni siquiera una vez, jamás, he visto patos en su superficie, el sebo los agarraría por la cola y, graznando, se verían arrastrados miserablemente bajo la superficie, así me lo imagino, pues yo aprecio a los animales y no quiero que sufran malas experiencias. Bueno, evidentemente ellos mismos tampoco quieren. No se posan jamás, según creo, en estas aguas, que parecen petrificadas por el terror, porque fueron vertidas aquí y no ahí delante, donde tendrían todo el sol, al otro lado de la carretera, donde está la fonda, aunque incluso allí, no importa el sol que haga, refresca pronto debido a las montañas circundantes, y hay que ir a buscar chalecos y chaquetas. Allí los patos están en los platos. Un pequeño embarcadero, pero ¿para qué? Si nadie pasa por aquí. Bueno, quién lo iba a decir entonces, cuando se buscaron las voces más solícitas y se repartieron los remos y se entrenó la paciencia sin límites al declararse pérdidas en los primeros meses. A veces, aquí se ven o se oyen niños, que, de repente, sin embargo, enmudecen y clavan sus miradas en el agua, tan distinta a lo que se les había prometido, una cara que, tras un examen más detenido, se descubre como una mueca horrible, una red en la que uno quedará enredado. Nada de alegres y coloridos bañadores, pelotas de agua, flotadores de animales, botes hinchables; nada de eso le ha sido concedido a este lago, no recibe diversidad y por tanto no ofrece diversidad ninguna. No puede ponerse espumosos vestidos que se alcen susurrantes, pues esta agua metálica no se deja remover ni conmover. Me parece una simpleza atribuirlo a la completa falta de radiación solar. Por lo menos los solariums tienen de eso a montones y no por ello las personas se vuelven mejores. Van a esos lugares para meterse en magníficos ataúdes resplandecientes, sólo aquellos que quieren cambiar por sí mismos el color de su piel, como mínimo. Pero en su fuero interno saben que siempre van a permanecer como han sido creados.
 
Elfriede Jelinek
(Austria, 1946). Obtuvo el premio Nobel en 2004.
 
* El título original de la novela en alemán es Gier, que significa codicia o avaricia,
por alguna razón fue traducido para su publicación en español como Obsesión.
Forma parte de las novelas de Elfriede Jelinek que abordan los pecados capitales.

jueves, 23 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL MAESTRO DE PETERSBURGO, de J. M. Coetzee

"El sol naciente no ha salido con todas las de la ley, sino para sufrir el eclipse nada más..."

(Fragmento del capítulo 7: Matriona)

¡Asoma la alegría como raya el alba! Pero no es más que un instante. No es solamente que las nubes comiencen a surcar este cielo nuevo, radiante, es como si en el instante mismo en que sale el sol con todo su esplendor, apareciese también otro sol antagónico que se deslizara por delante del sol. La palabra presagio atraviesa su mente con todo su influjo siniestro y ominoso. El sol naciente no ha salido con todas las de la ley, sino para sufrir el eclipse nada más; la alegría resplandece sólo para revelar cómo ha de ser la aniquilación de la alegría.
 
J. M. Coetzee: John Maxwell Coetzee (Sudáfrica, 1940).
Obtuvo el premio Nobel en 2003.
 
La ilustración corresponde al sol del amanecer en San Petersburgo, Rusia.

miércoles, 22 de noviembre de 2023

Eclipse solar: UN AMIGO DE KAFKA, de Isaac Bashevis Singer

"... y tantas eran las palomas que cubrieron el cielo (...) de manera que la luz del día se oscureció como en un eclipse."
 
(Fragmento de Las palomas)
 
Al día siguiente por la mañana un coche funerario judío ascendió la calle camino de la casa del profesor, los caballos iban con negras gualdrapas y capuchones también negros, con orificios a la altura de los ojos. Cuando sacaron el féretro de la casa y el cortejo fúnebre comenzó a avanzar cuesta abajo, hacia la Avenida Tamki y el barrio viejo de la ciudad, bandadas de palomas echaron a volar por encima de los tejados. Y vinieron más y más palomas, y tantas eran las palomas que cubrieron el cielo en la estrecha cinta que las casas de la estrecha calle recortaban en él, de manera que la luz del día se oscureció como en un eclipse. Las palomas parecían detenerse, suspendidas en el aire, y así se estaban un instante, y de inmediato seguían el cortejo trazando círculos en el cielo.

(Fragmento de El mentor)

Los poderes que rigen la Historia nos habían devuelto a la tierra de nuestros antepasados, pero nosotros poco habíamos tardado en profanarla con nuestra abominable conducta. El sol ya daba calor y había adquirido un color amarillo sulfuroso. Despedía chispas y llamas menudas, como si fuera una antorcha. Producía una luz sombría y triste, como en los momentos de eclipse. Del desierto llegaba un viento seco que transportaba fina arena. El rostro de Freidl estaba ceniciento y demacrado. Y en aquel momento vi que se parecía a su madre, Deborah Ita.

Isaac Bashevis Singer (Judío nacido en Polonia y fallecido en Estados Unidos, 1902-1991).
Obtuvo el premio Nobel en 1978.

martes, 21 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL LIBRO DE LAS PREGUNTAS, de Pablo Neruda

"¿Para quién arden los pistilos del sol en sombra del eclipse?

VI
 
¿Por qué el sombrero de la noche
vuela con tantos agujeros?
¿Qué dice la vieja ceniza
cuando camina junto al fuego?
¿Por qué lloran tanto las nubes
y cada vez son más alegres?
¿Para quién arden los pistilos
del sol en sombra del eclipse?
¿Cuántas abejas tiene el día?
 
 
 Pablo Neruda: Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto (Chile, 1904-1973).
Obtuvo el premio Nobel en 1971.

lunes, 20 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL MUNDO DE LOS GNOMOS, de Selma Lagerlöf

"... nadie tuvo la idea de celebrar con una fiesta la victoria del sol, salvo la anciana Beda, en su casita de las Tinieblas finlandesas."
 
El eclipse de sol
 
(Fragmento)

No se estaba lejos del 17 de abril, pero le sobraba tiempo para preparar su fiesta. Llegado el día del eclipse, se encontraban reunidas Stina, Lina, Kasia del Pantanito, Maya y las demás, en casa de Beda, en las Tinieblas finlandesas.
 
Tomaron la primera taza de café, luego la segunda, después la tercera, charlaron de unas cosas y de otras, y acabaron por comprobar que ignoraban aún en honor de qué o de quién las había invitado Beda.
 
Mientras tanto, el eclipse se verificaba sin que ellas prestasen al fenómeno gran atención. Un breve instante el eclipse llegó a su punto máximo; el cielo se tornó gris pizarroso; toda la naturaleza parecía cubierta de cenizas, soplaba un viento frío, silbando con ruido de trompetas del Juicio final y de gemidos del fin del Mundo. Entonces se sintieron incómodas, pero una suprema taza de café suplementaria logro devolverles el aplomo.
 
Cuando todo hubo terminado y el sol salió victorioso de la lucha, reinó de nuevo en el cielo, tan brillante y tan alegre, que nunca se le había visto tanto brillo y tanta potencia durante todo el invierno. La vieja Beda se aproximó con las manos juntas a la ventana. Sus ojos recorrieron la parte soleada ante su casa y entonó el cántico: «Tu hermoso sol se eleva aún; yo te bendigo, Dios mío. Con fuerza, valor y esperanza renovados, elevo mi voz gozosa».
 
Se mantenía delgada y diáfana, ante la ventana. Mientras cantaba, los rayos del sol flotaban alrededor de ella, como deseoso de infundirle un poco de su vida, de su calor, de su fuerza.
 
Cuando terminó de cantar la estrofa se volvió hacia sus invitadas y dijo con tono de disculpa:
 
- Amigas mías, yo no tengo mejor amigo que el sol y por eso he querido celebrar esta pequeña fiesta el día del eclipse. Quise que estuviésemos reunidas para recibirlo cuando saliera de sus tinieblas.
 
Todas comprendieron lo que la vieja quería decir y, un poco emocionadas, comenzaron a alabar al sol, que era tan bueno para los pobres como para los ricos; que, en invierno, cuando entraba en las casas, producía tanto bien como una llamarada; y, que, en cuanto brillaba, hacía amable la vida, cualesquiera que fuesen las penas que hubiese que soportar.
 
Al regresar cada una de ellas a sus sendas casas, todas iban risueñas y gozosas. Se sentían más ricas, más seguras, desde que habían comprendido qué amigo tan bueno y tan fiel tenían en el sol.
 
* * *
 
Como se trataba de un gran eclipse, ya que nueve décimas partes del disco solar quedaban oscurecidas, el fenómeno llamó mucho la atención en todas partes donde fue visible. Los sabios se habían movilizado con sus instrumentos para medir y calcular. Las gentes vulgares preparaban cristales ahumados y anteojos para contemplarlo a su gusto. Los alumnos de las escuelas obtuvieron permiso para desertar de clases y poder admirar el espectáculo. Los periódicos llenaron sus columnas con la descripción del cielo, que cambiaba de color, de los pájaros que dejaban de cantar, y de la oscuridad invasora que había reinado.
 
Pero por grande que fuese el caso que se hiciera del eclipse, creo que nadie tuvo la idea de celebrar con una fiesta la victoria del sol, salvo la anciana Beda, en su casita de las Tinieblas finlandesas.
 
Selma Lagerlöf (Suecia, 1858-1940).
Obtuvo el premio Nobel en 1909.

sábado, 18 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL JUEGO DE GERALD, de Stephen King


 
(Fragmento del capítulo 10)
 
«A veces, las amigas pueden aliviar tus preocupaciones, Jessie», manifestó la voz interior, tan saturada de amabilidad que Jessie tuvo que guardar silencio. «Medité en ello, ¿sabes? Imaginé de qué hablabas y reflexioné en el asunto. No recordaba en absoluto que hubiese habido un eclipse a principios de los sesenta, pero, claro, por aquel entonces meencontraba en Florida, mucho más interesada en el buceo y en el bañero de Delray –me había colado por él de un modo increíble- que en los fenómenos astronómicos. Supongo que lo que quería era asegurarme de que todo el asunto no era una especie de fantasía demencial o algo por el estilo... facilitada tal vez por aquella moza de las horribles quemaduras en el tetamen. Pero no era ninguna fantasía. Hubo un eclipse total de Sol en Maine, y sin duda tu casa de verano del lago Dark Score estaba en medio de la zona desde la que se pudo ver completo. En julio de 1963. Sólo una niña y su papá, que contemplaban el eclipse. No me contaste lo que te hizo el bueno de tu padre, pero yo sabía dos cosas, Jessie: que era tu padre, una mala persona. y que tú tenías diez años, ibas camino de los once y. por lo tanto, estabas en la frontera de la pubertad... y eso empeoraba las cosas.»
 
«Basta, Ruth, por favor. No podías haber elegido un momento más inoportuno para sacar a relucir esa vieja...»
 
Pero Ruth no estaba dispuesta a dejarlo. La Ruth que había sido compañera de cuarto de Jessie siempre fue una chica firmemente decidida a decir lo que tenía que decir  hasta la última palabra- y la Ruth que era ahora compañera de cerebro de Jessie no parecía haber cambiado lo más mínimo respecto a aquélla.
 
«Luego me enteré de que vivías fuera del cumpus con tres pimpollos del club femenino de estudiantes, princesas de vestiditos línea trapecio y blusas marineras, cada una de las cuales debía de ser propietaria de su correspondiente juego de pantalones cortos interiores con la inicial de los días de la semana cosida en la pernera. Creo que tomaste por entonces la consciente determinación de iniciar los entrenamientos para ingresar en el equipo olímpico de limpieza del polvo y encerado de suelos. Te defraudaste a ti misma aquella noche en la casa rectoral de Neuworth, defraudaste a las lágrimas, al dolor y a la rabia, y me defraudaste a mí. Ah, claro, nos vimos alguna que otra vez durante cierto tiempo -compartimos en Pat's una pizza y una jarra de Molson's-, pero lo cierto es que nuestra amistad se había ido al traste, ¿verdad? Cuando llegó la hora de elegir entre mi persona y lo que sucedió en julio de mil novecientos sesenta y tres, optaste por el eclipse.»
 
Se acentuó el temblor del vaso de agua.
 
- ¿Por qué ahora, Ruth? -preguntó ¿Jessie, sin darse cuenta de que pronunciaba las palabras en voz alta, mientras aumentaba la penumbra en la habitación.
 
«¿Por qué ahora? Eso es lo que me gustaría saber... dando por sentado que en esta encarnación eres realmente parte de mí, ¿por qué ahora? ¿Por qué precisamente en este momento, cuando menos puedo permitirme la distracción y el desasosiego?»  La respuesta más evidente a esa pregunta era también la menos deseable: porque había un enemigo dentro, un mal bicho amargado al que le parecía magnífico que Jessie. Se encontrase en aquella situación: esposada, dolorida, sedienta, asustada y sintiéndose desdichada. Un ser resentido que no quería que aquella triste condición de Jessie se aliviara. Una zorra perversa capaz de rebajarse y recurrir a cualquier sucia jugarreta para que ese alivio no se produjera.
 
«El eclipse total del Sol sólo duró aquel día cosa de un minuto, ¿Jessie... salvo en tu cerebro. Ahí todavía sigue desarrollándose, ¿verdad?»
 
Stephen King (Estados Unidos, 1947).

viernes, 17 de noviembre de 2023

Eclipse solar: CRÓNICA DEL PÁJARO QUE DA CUERDA AL MUNDO, de Haruki Murakami


(Fragmento del capítulo 2: Luna llena y eclipse solar.
Sobre los caballos que morían en sus establos)

- Lo leí hace poco en el periódico. Te lo quería contar pero se me olvidó. Lo explicaba un veterinario en una entrevista: el caballo, tanto física como psicológicamente, es de lo más sensible a la influencia de la luna. Conforme se va acercando la luna llena, se vuelve terriblemente irritable y también tiene problemas físicos. Las noches de luna llena, muchos enferman y aumenta de manera extraordinaria el número de caballos que muere. Nadie sabe a ciencia cierta por qué sucede, pero es una realidad estadística. Ese veterinario, especializado en caballos, decía que las noches de luna llena está tan ocupado que apenas puede dormir.
 
- Caramba -dijo mi mujer.
 
- Peor aún es el eclipse solar. Los días que hay un eclipse solar, la situación de los caballos es todavía más trágica. No puedes imaginarte el número de caballos que puede llegar a morir un día de eclipse total de sol. Lo que quería decirte es que en este mismo instante, en algún lugar de la tierra, hay caballos que mueren, uno tras otro. Comparado con esto, que tú te metas con alguien no tiene la menor importancia. Intenta imaginarte los caballos muriendo. Imagínatelos una noche de luna llena, tumbados sobre la paja de sus establos, echando espumarajos blancos por la boca, jadeando agónicamente.
 
Ella pareció reflexionar unos instantes sobre los caballos muriendo en sus establos.
 
- Realmente tienes un extraño poder de convicción -dijo con tono resignado-. No me queda más remedio que darte la razón.
 
Haruki Murakami (Japón, 1949). 

jueves, 16 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL PALACIO DE LA LUNA, de Paul Auster

"Las señales apuntaban a un eclipse total, y aunque buscaba a tientas otra lectura..."

(Fragmento)

Entonces me inventé incontables razones, pero, en último término, probablemente todo se reducía a la desesperación. Estaba desesperado, y, frente a tanto cataclismo, me parecía necesaria algún tipo de acción drástica. Deseaba escupirle al mundo, hacer algo lo más extravagante posible. Con todo el fervor y el idealismo de un joven que ha pensado demasiado y ha leído demasiados libros, decidí que lo mejor era no hacer nada: mi acción consistiría en una negativa militante a realizar ninguna acción. Esto era nihilismo elevado al nivel de una proposición estética. Convertiría mi vida en una obra de arte, sacrificándome en aras de tan exquisitas paradojas que cada respiración me enseñaría a saborear mi propia condena. Las señales apuntaban a un eclipse total, y aunque buscaba a tientas otra lectura, la imagen de esa oscuridad me iba atrayendo gradualmente, me seducía por la simplicidad de su diseño. No haría nada por impedir que ocurriera lo inevitable, pero tampoco correría a su encuentro. Si por ahora la vida podía continuar como siempre había sido, tanto mejor. Tendría paciencia, aguantaría firme. Simplemente, sabía lo que me esperaba, y tanto daba que sucediera hoy o mañana, porque sucedería de todas formas. Eclipse total. El animal había sido sacrificado; sus entrañas, descifradas. La luna ocultaría el sol y, en ese momento, yo me desvanecería. Estaría completamente arruinado, sería un desecho de carne y hueso sin un céntimo en el bolsillo.

Paul Auster (Estados Unidos, 1947).

(Traducido al español por Maribel de Juan).

miércoles, 15 de noviembre de 2023

Eclipse solar: ECLIPSE, de John Banville

"... en particular los mendigos de Benarés, les aguarda la satisfacción de disfrutar más o menos de dos minutos y medio de noche cerrada..."

(Fragmento del capítulo III)

Hago una pausa, como haría un cronista, para dejar constancia de la inminencia de un gran acontecimiento. Va a ocurrir un eclipse solar. Se predice una total oclusión, aunque no la verá todo el mundo. Los escandinavos van a quedar al margen, al igual que los habitantes de las Antípodas. Incluso dentro de la banda relativamente estrecha en la que el manto de la luna cubrirá al sol, se dan apreciables variaciones. En nuestra latitud se espera que el disco se cubra en torno a un noventa y cinco por ciento. A otros, sin embargo, en particular los mendigos de Benarés, les aguarda la satisfacción de disfrutar más o menos de dos minutos y medio de noche cerrada, el intervalo más largo que va a experimentarse en todo el globo.
 
John Banville (Irlanda, 1945).

La ilustración corresponde a una fotografía del distrito de Chandauli, en Benarés, India.